Poemas de:
Manuel del Cabral
WEBMASTER: Justo S. Alarcón
INDICE
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CARTA A MI PADRE
¿Qué más quieres de mí? ¿Qué otras cosas mejores?
Padre mío,
lo que me diste en carne te lo devuelvo en flores.
Estas cosas, comprende, ya no puedo callarte.
Yo, como el alfarero con su arcilla en la mano,
lo que me diste en barro te lo devuelvo en arte.
Creo ya, que ves claro, por qué levantar puedo
este lodo animal -espeso de pensar-.
¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!
Padre mío, ya ves,
el agua que me diste, venía de una oscura
profundidad de vida, pero como los ríos
primeros de la tierra, aquel goterón mío
se me llenó de altura...
Qué más quieres, no pudo
hacerse licenciado mi corazón desnudo.
Era mucho pedirle, padre mío, ¡no sabes
lo grave que es a veces
un hombre que en el pecho le entierran viva un ave!
Quizá, por eso, aquello
que me dieron horrible, preferí darlo bello.
Diáfano para el trino; para negocios, bruto,
este es el fruto:
con un poco de ti, y un poco del destino
que me puso en la mano
lo divino
con lo humano,
todo lo que en la carne hay de oscuro y perverso
te lo devuelvo en verso.
Qué más quiero, ¿mi herencia? Para qué, padre mío.
Por mi herida de hombre sale un niño cantando.
¡Lo que la tierra piensa, se hace voz en el río!
LETRA
Letra:
esqueleto de mi grito,
pongo mi corazón sobre tu muerte,
pongo mis más secretas cualidades de pétalo,
pongo...
la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,
mi enfermedad de ángel con cuchillo,
mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,
y el niño que hay en mí, el niño
que sale en cierto día, el día
en que la mano casi no trabaja,
el día en que sencillos
mis pies pisan los duendes que están en el rocío
haciendo el oro joven del domingo.
Todo lo pongo en ti,
y tu siempre lo mismo:
estatua de mis vientos,
ataúd de presencias invisibles,
letra inútil.
Todo,
todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.
La letra no me entiende.
Sin embargo...
PALABRA
Palabra, ¿qué tu más quieres?
¿Qué más?
Vengo a buscar tu silencio,
el que a fuerza de esperar
se endurece... se hace estatua...
para hablar.
Ya ves, palabra, ya ves,
herida, tú, sin edad...
¿Qué hará contigo el soldado?
¿Qué harán los grillos? ¿Qué hará
en la punta de la espada
la eternidad?
ODA PARA OTRO IDIOMA
Hombre que hablas inglés,
tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado
tus pies.
Hombre que estás callado no callando,
dímelo, tú, no hablando:
¿Con qué metal acuñas
este brillo que hoy juega en tu sonrisa:
la que nos llega tarde, más tarde que tus uñas?
Pero aún en la espuma de tu sonrisa hay olas,
hay un pez educado que a su hora es cuchilla.
La geografía misma no quiere ser sencilla,
y parece que a ratos hasta piensa tu roca:
¡no ves que ante el Caribe, como si nos buscara,
la Florida es un diente que le crece a tu boca!
Pero no, que no es
el cocotero simple que gotea su coco
lo más duro que ves:
si la isla que tiembla en este poco
de sudor de pupila, se le rueda a los negros,
con esa gota lavan algo más que la piel...
Esto el aire lo sabe, mientras tanto
el ron escribe equis con tus pies de turista,
y la isla, la isla, me la pisa tu vista.
Se ve que por aquí,
tú vienes blanco, pero tus negocios...
como la piel de Haití.
Mas ya pisando el blanco silencio del mulato,
con sus ruidos redondos ... tu barato
volumen anatómico pasa fragante a pipa,
y así, sobando perlas para cuidar tus tripas,
llegas oliendo a superficie cuando,
el hombre es por aquí
duro por fuera, mas por dentro, blando:
es como el coco que lo parten y...
para aquel que lo pica,
le da blancas entrañas, como cuando sufriendo
se parte en dos la cara, riendo la Martinica.
Sí, esto también lo sé, sí,
cubriendo el horizonte sólo veo
tu corpulento instinto de civil jabalí.
Y también todavía mi casa es grande, pero...
siento ahora que pesan, más que ayer, tus zapatos.
A fuerza de tu sombra, se hace el sol más mulato,
Del tamaño del mapa se te ponen los pies.
Es que de pronto suelta tu sonoro amarillo
un huracán que viene del bolsillo,
huracán que a la vez
juega con las Antillas,
y como la sotana cuando pasa,
pone de rodillas
los de casa...
Ya ves,
hombre que hablas inglés.
Tu sonrisa
viene cuando hace ratos que han llegado tus manos
y tus pies...
HABLA COMPADRE MON
Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
No señor,
aquí la isla soy yo.
Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.
Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.
Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!
Y no está lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...
¿Pero estoy hablando yo
de una Antilla, tierra en agua?
No señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
Este sudor... ¿por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..
DONDE LA VOZ PARECE MÁS DEL ÁRBOL
Donde la voz parece más del árbol.
Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...
Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.
Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.
Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.
TRÓPICO SUELTO
(Poema en cinco acentos)
1
A ratos,
machacas rumbas con tus zapatos,
y tu cadera,
que padece una vieja borrachera,
y tu aliento
que a veces quema hasta el fular del viento,
saben a la locura de tu barro mezclado
de mula tropical, de sol quemado.
Mulata que te hicieron de la noche y del día,
en el café con leche
bebo tu carne de fantasía.
Tabaco para hacerlo picadura
con el cuchillo de la dentadura:
tu talle
que le roba los ojos a la calle.
Sobre las marejadas de la hamaca
meces tu carcajada de maraca:
como si de repente fabricaras la aurora
en tu carne de cuero de tambora,
de tambora, que a veces, roncos ruidos arrancas
para las tempestades de tus ancas.
Alma de raspadura y piel de ají,
quema y endulza tu mordedura.
Voy a decir que te metiste en mí
como si fueras una calentura.
2
No.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
en pequeños ciclones de gargantas;
encerrada la tierra en amuletos;
el trueno detenido en los tambores.
Buscando el cielo oculto de su culto
sube Haití por los pies hasta su grito.
Aquí está el sueño, se me pone grande
un mapa que me ronca y que me asalta;
aquí esta Haití metido en unos dientes,
aquí está Haití que se derrite en ritos,
aquí está, retorcido, de repente,
con golpes de mar seco y de azabache
Haití tiembla en un vientre.
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
sudoroso y espeso, aquí esta el sueño
desnudo y pegajoso y poco ausente,
sueño de objeto oscuro y caso rojo.
Aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
3
El tambor, a ratos,
va poniendo furiosos tus zapatos.
Ya con su limpia agilidad de fiera
trepa el son y trabaja en tu cadera.
La terca tempestad de la tambora
sopla la ola de tu vientre ahora.
Y tu taco toca, y tu taco así,
riega por el aire tu caliente Haití.
Reventó la selva, desde tu cintura
hasta el paraíso de tu mordedura.
Tu canción de curvas canta más que tú:
sabe los secretos que te dio el vudú.
Negra que sin ropa, tienes lo de aquel
que siendo secreto se quedó en tu piel.
Tiro mis ojos en tus pezones
cuando tu vientre derrite sones.
Trópico que bailas -deja que te siga
el terremoto de tu barriga,
terremoto alegre que sudando ron
con su voz callada canta más que el son-.
Negra desatada -deja a tu cintura
que se derrita con su calentura -.
Que ya van saliendo del ronco bongó
abuelos remotos del Papá-bocó
Abuelos que tienen en rumba enredados
tus supersticiosos pies huracanados.
Trópico furioso y alegre a la vez,
desde que tu rabia se bajó a los pies.
Ya te vas quedando vestida de viento.
Allí son tus pechos dos buches de ron.
Algo de la tierra me sube violento,
oigo que tus curvas cantan más que el son.
Y tu taco toca, y tu taco, a ratos,
echa al aire el Congo que hay en tus zapatos.
4
Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
metido en clima y derretido en ritos ...
Aquí:
Pide collares la negra,
pide collares de hueso
al hombre oscuro que tiene
en su filo un cementerio.
Pide collares curiosos
la curiosa que en el viento
de pie a cabeza desnuda
deja desnudo al deseo.
Sombra que sigue a otra sombra,
inquieta su cuerpo inquieto:
negra columna de humo
que no se aparta del suelo.
Sabe a su isla de cocos;
mas, por ver si tiene miedo,
collares de cocodrilos
ponen duro el río entero.
Ya síntesis de la selva:
goza el peligro su cuerpo
que tiene el monte por cama,
que tiene el cielo por techo.
Y el caníbal que da oscuro
como su piel su veneno,
satisface la columna
de aquel humo tan espeso.
Mas, borracha de caprichos,
es una tumba su cuello
que tiene para su adorno
cadáveres de amuletos.
Y pide otra vez collares,
pide collares su cuerpo,
al caníbal que ha nevado
el camino con los huesos.
Y mientras brilla y espera
perlas macabras su cuerpo,
perlas que pesca el cuchillo
y lustran lenguas de negros,
corta la sangre cuajada
de una rosa, que en su pecho,
revienta como una herida
que le perfuma su cuerpo.
Hoy no sueño, no sueño, aquí esta el sueño:
aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.
5
Colasa: manteca inquieta
quemada a ron con vudú,
no se te va el retacito
de espiritismo que a gritos
esta entre tu ropa y tú.
Borracho de muchas cosas,
óyelo, Colasa, bien;
con cabellos de guitarra
te voy a enredar los pies.
Suma de abuelo tu carne
anochece amaneciendo;
tu cuerpo a palos moliendo
lo limpian de brujerías,
y tú roncas, como no,
tu cuerpo mismo el bongo.
Y ahora,
que venga el juez,
que venga y vea
que yo te amarre los pies.
Que venga la policía,
que otra vez
caliente mi mano agarra
los pelos de mi guitarra
para amarrarle también
al uniforme, la ley.
Pero de tu carne prieta,
quiero ahora, de una vez,
sacar una cosa blanca ...
No ves que si está en tus pies
vas a machacar el alma.
¡El alma, Colasa, el alma!
La ves...
NIÑO MUERTO EN UN PATIO
Tal vea no diga nada, ni siquiera del patio.
Todo está en aquel sitio.
Su caída levanta todas mis cualidades,
porque sé que estas cosas
son las que bien me obligan a no desperdiciarme.
Tal vez no hable con nadie sobre este niño muerto.
Yo llegaré a mi casa como todos los días;
me sentaré a la mesa, tomaré mi jengibre,
quizás acaricie el pelo de seda de mi gato,
y tal vez dos palabras conmigo o con mi hermano
sobre la lluvia o sobre la cosecha.
Tal vez no hable con nadie...
¿Qué puede hacer la edad de la palabra
donde la eternidad parece un niño?
GUITARRA PANADERA
Sólo el silencio es amigo.
Pero también
no es amigo... si lo mudo
se oye bien...
¿Quién mide el aire y lo pone
cuadrado como pared?
¿Quién lo pone tan pequeño
que cabe en el puno... quién?
El mapa se está llenando
de dientes como el menú.
Pero no importa:
el humo de mi guitarra
da caliente pan azul.
AIRE
En una esquina está el aire
de rodillas...
Dos sables analfabetos
lo vigilan.
Pero yo sé que es el pueblo
mi voz desarrodillada.
Pone a hablar muertos sin cruces
mi guitarra.
Pedro se llaman los huesos
de aquél que cruz no le hicieron.
Pero ya toda la tierra
se llama Pedro.
Aquí está el aire en su sitio
y está entero...
Aquí...
Madera de carne alta,
tierra suelta:
Mi guitarra.
AIRE DURANDO
¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
Este sudor ... ¿Por quién muere?
¿Por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
Cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?
Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿A QUIÉN VIENE A VER USTED?
Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
Usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...
Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?
Usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
y no la deje en la piel.
Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿Para qué?
Aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!
Usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
Vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.
Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿no ve el hambre?
¿no la ve?
Tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...
¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...
¿A quién viene a ver usted?
NO LE TIRE ..
No le tire, policía;
no lo mate, no;
¿no ve
que tiene la misma cara
que tiene usted?
Corre roto,
sin zapatos.
¿No lo ve?
Corre tal vez
con una honradez tan seria
que corre en busca del juez....
Acérquese, policía,
pero guardando el fusil.
Acérquese.
¿No lo ve?
Se parece a usted,
y a mí...
Mírelo bien.
Huye de la tierra y siempre
se va con ella al partir...
Acérquese... No le hiera
ni con el ojo
su dril...
Mire sus pies ...
Mírelo bien ...
Policía, no le tire.
Fíjese
que corre como la sed...
CAMINA
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-Mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.
-Lo sé.
Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y vuelve la voz y dice:
-Jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.
-Lo sé.
Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:
-Murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?
-Que haga pronto el hoyo usted.
Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...
Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...
PANCHO
Que aquí no metan comprado
el ojo chismoso, no.
Que no se traigan el ojo
como una voz...
Que más que para los gringos
Pancho cortó
tres casi Antillas de cañas,
tres Antillas... Sí, señor.
¡No cabrá en el ataúd,
ha crecido Pancho hoy!
Soldado, no cuide al muerto;
no meta el ojo, doctor.
Ganaba un cobre por día;
¡sabemos de qué murió!
Quítenle el jipi y la ropa,
pero aquello... aquello, no.
¡Qué serio es un hombre pobre
que no quiere ser ladrón!
La muerte aquí tiene cara
de cosa que no murió...
Cuando muere... ¡cómo vive
lo que tiene pantalón!
Soldado, no cuide al muerto,
que de pie lo veo yo.
Pancho está aquí como Pancho,
Se llama... no se llamo...
No vengan ya a preguntar
de qué murió.
Vengan a mirar a Pancho
como hago yo.
Quítenle todo del cuerpo,
todo,
pero aquello, no.
Con un pedazo de caña
entre la boca murió.
Le quiso poner azúcar
a su voz ...
Déjenlo que endulce ahora
su silencio sin reloj...
Que nadie revise a Pancho.
¡Sabemos de qué murió!
HOMBRE Y PERRO
Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.
Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.
Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.
Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.
Mira que soy hombre, pero ..,
con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.
Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?
Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.
¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡Estoy flaco porque tengo
gorda la voz!
NEGRO SIN NADA EN TU CASA
Yo te he visto cavar minas de oro
-negro sin tierra-.
Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
-negro sin tierra-.
Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.
Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
-negro sin tierra-.
Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.
Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.
Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.
Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquél
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.
Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.
AIRE NEGRO
Cantan los cocolos bajo los cocales.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Los temibles lirios de sus carcajadas:
sus furiosas lunas contra el nubarrón.
Está fiero el cielo que cayó en sus ojos.
Lucha con ancas de la hembra el son.
Por entre pestañas de los cocoteros
cuchillos de vida le clava ya el sol.
Nórticos turistas mascan voces negras;
piel color de rosa trópico quemó;
pipas neoyorquinas, tufo de cerveza;
(se tragó la kódak los Papá-bocó).
Las cocolas cantan cánticos calientes,
cantos que retuercen vientres de alquitrán,
y entre sus corpiños tiemblan cocos negros
que a los cocolitos vida blanca dan.
Recia risa, a ratos, hace heridas blancas.
Hoy su noche alumbran, y anda por su piel
ya borracho el son. Mas, la borrachera
que entra por sus belfos, sale por los pies.
Y los dulces huesos de la dura caña
no tienen más mieles ni más duros son,
que la carne negra de la negra alegre
que se alegra a golpes de tambora y sol.
Sube por su cuerpo de bestia divina
fuerte olor a tierra. Su respiración
viene como un viento del ciclón del Cosmos,
(la emborracha el rito mucho más que el ron).
Sale ya del vientre del tambor la selva.
Ya la piel del toro muge en el tambor.
Y contra el silencio de sus ruidos roncos
la negra desnuda parece una voz.
NEGRO SIN ZAPATOS
Hay en tus pies descalzos graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.
Yo no te vi dormido... Yo no te vi dormido...
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.
Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios,
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga
ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.
NEGRO SIN RISA
Negro triste, tan triste
que en cualquier gesto tuyo puedo encontrar el mundo.
Tú que vives tan cerca del hombre sin el hombre,
una sonrisa tuya me servirá de agua
para lavar la vida, que casi no se puede
lavar con otra cosa.
Quiero llegar a ti, pero llego lo mismo
que el río llega al mar... De tus ojos, a veces,
salen tristes océanos que en el cuerpo te caben,
pero que en ti no caben.
Cualquiera cosa tuya te pone siempre triste,
cualquiera cosa tuya, por ejemplo: tu espejo.
Tu silencio es de carne, tu palabra es de carne,
tu inquietud es de carne, tu paciencia es de carne.
Tu lagrima no cae
como gota de agua...
(No se caen en el suelo
las palabras.)
NEGRO MANSO
Negro manso,
ni siquiera
tienes la inutilidad
de los charcos con cielo.
Só1o
con tu sonrisa rebelde
sobre tu dolor,
como un lirio valiente que crece
sobre la tierra del pantano.
Sin embargo,
negro manso,
negro quieto:
hoy la voz de la tierra te sale por los ojos,
(tus ojos que hacen ruido cuando sufren).
NEGRO SIEMPRE
Negro quieto,
barro dócil,
tú que siempre
eres el grano que no siembran nunca.
¡Qué hará contigo el hombre,
tú que tienes
la herida abierta como un surco con útiles
humilladas semillas de silencios?
Tu mano está en el aire,
tan desnuda,
tan simple
como tu risa que no tiene filo,
o como tu mirada,
tan sencilla,
tan lavada, que siempre con tus ojos
puede limpiarse el hombre.
ESTE NEGRO
Negro simple,
tú que tienes
a tu vida y al mundo
dentro de un amuleto.
De ti,
só1o asciende
el humo de tu cachimbo.
Negro sin cielo,
tu indiferencia tenaz
es como la palabra Tierra.
Sin embargo,
tienes para los hombres
una sonrisa blanca
que te pone muy alto.
Ni los niños
ni el asno,
tienen tu sencillez.
Negro lejano.
Noche sin mañana.
Letra de algún remoto alfabeto.
Quiero cavar la mina de tu grito.
MUJER CON ANILLO
Mujer que estas un poco en este anillo,
casi un poco, tal vez
lo que dura en el lecho
la palabra mujer.
Mujer que cabes en un ruido rubio.
Mujer,
que pasas por mi boca como el agua
que no quita la sed.
Mujer que te repartes en mis cosas.
Mujer,
te estoy tocando ahora, pero ahora
sólo toco tu piel.
Cuando estás en mis dedos
me pareces de viaje.
Tal vez,
es así como quiero,
pero no como amo.
Déjame que me quite
este lujo del cuerpo.
No ves,
que me pesa este anillo...
¿no lo ves?
Déjame que te use con los ojos.
¡Qué bien!
Los ojos se me llenan
de paisajes de tren.
Es que hay algo pasando ...
¿No lo ves?
Tú del tamaño de mi lujo sólo.
Mujer,
que rodeada estás por este anillo
de honradez.
Me quitaré tu nombre repartido,
tal como cuando llego de la calle:
que me quito del cuerpo
cotidianos detalles.
Ya ves,
mujer que eres a veces propiedad de mi alma,
y a ratos,
propiedad de mi piel.
PULULA
Negra Pulula, qué bien
que planchas la ropa ajena.
¡Cuándo plancharás tu cara:
mapa de penas!
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Con tu amuleto ensalmado
y siempre se ve que es hueso;
tiene vida y está tieso,
no te quiere ver de frente,
no te quiere ver a ti:
está viendo todavía
de perfil.
Pero, Pulula,
¿qué esperas,
que también al San Benito
no le quitas la sordera?
Que Bocó sobó tu hueso,
que tampoco tiene olfato:
no huele aún que el sudor
te lo compran tan barato...!
¡Ni siquiera por antojo
ha querido ver por qué
le lavas hasta los pies
con el agua de tus ojos!
Pulula, también, Pulula:
se ve que es de piedra el dios,
cuando pides por los dos...
¡Tú la carga y tú la mula!
Si con tan blanco amuleto
tan oscura suerte cargas,
un hueso negro, tal vez,
te daría suerte blanca.
De rodillas lo que piensa,
lo que siente, arrodillado;
tus dos zapatos con hoyos,
y tu catre, derrengado.
Dile a tu santo de pino
que se pase un día entero
en tu rancho de agujeros;
porque en un santo de palo
puede haber un carpintero.
Pulula, poca Pulula,
tú la carga y tú la mula.
Mata la vergüenza y pídele
a tu hueso taumaturgo
que no se duerma en tu casa,
que venga con herramientas;
martillo, clavos y tabla;
que venga a arreglar tu catre;
¡que no te remiende el alma!
Pulula, poca Pulula,
¡tú la carga y tú la mula!
Dile al santo
que se ponga pantalones...
que venga a clavar el canto:
idioma de la tachuela.
Que venga a ver que hasta en misa
la cana de una sonrisa
te hace abuela...
Después, Pulula, después,
besa tu hueso sagrado...
Pero también,
ten cuidado,
ten cuidado
que Dios no dura en la piel...
Pulula, pero, Pulula,
hoy a las seis,
¿quién viene a planchar tu cara?
¿Quién?
Hay sólo una planchadora
que, como tú, plancha bien.
¡Qué almidonada, qué dura
que está tu cara esta vez!
Con plancha blanca de hueso,
de la cabeza a los pies,
la muerte, -tu planchadora-
¡cómo ha planchado tu piel!