Poemas de:
Federico Bermúdez y Ortega
WEBMASTER: Justo S. Alarcón
ÍNDICE
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PAISAJE
Es hora del profundo silencio de las cosas.
Ya todo, aletargado, parece que dormita
bajo el halago de una pesadumbre infinita
que hace las horas tristes, y lentas y tediosas.
Discreto, el sol occiduo dibuja y prende rosas
de púrpura en las nubes; un aura leve agita
las frondas en silencio y apenas precipita
del viejo mar en calma las ondas rumorosas.
La tarde, flor de ensueño, doblega el áureo broche
y tiembla a la primera caricia de la noche
que esparce desde oriente su inmensa cauda bruna.
Mientras como un heraldo divino de esperanza
asoma, tras la noche ilumínica que avanza,
su rostro de oro pálido y magnifico: la Luna
MELODIA BREVE
(En la alta noche)
Aura suave y manso río,
la onda breve besa esquiva
la ribera pensativa
con un beso breve y frío.
Es la noche; reina Estío;
desde el cielo, sensitiva
flor de luz, la Luna Estiva
se retrata pensativa
en los cristales del río.
Besando el silencio grave,
rima el aura en vago giro,
el romántico suspiro
de un rumor dormido y suave.
Y cual eco peregrino
al rumor de brisa y ola
llega en ritmo suave y fino
a la orilla quieta y sola la
doliente Barcarola
de un noctivago marino....
PINCELADA
(Para Valentín Giró, Poeta)
El Sol, ya a fin de la jornada,
desde occidente vigila
como una enorme pupila
de roja sangre inyectada.
Amplia mar, ensangrentada,
grave, imponente y tranquila,
finge la luz que vacua
en la celeste morada.
Con dulce melancolía,
la tarde doliente y fría,
va cerrando el áureo broche.
Mientras grave y lentamente
va conduciendo a Occidente
su catafalco la noche.
LEVE Y BREVE
El mar en calma; la brisa leda
riza apacible la blanca espuma
y sobre el agua tiembla la bruma
como un inmenso jirón de seda.
Por sobre el manto de la neblina
flota el celaje de una luz blonda
y acariciando de luz la onda,
surge la luna, plácida y fina....
Surge 1a luna plácida y riela
sobre la magia de la onda bruna,
y a ras del agua, bajo la luna,
lánguida y sola cruza una vela....
RIMAS PARA TUS OJOS
(A Elvira)
Yo he visto en los salones del Oriente,
el resplandor magnífico de plata,
de la Hostia enorme que al romper la noche
majestuosamente se levanta...
He visto el resplandor de las estrellas
sobre el cristal undívago del agua;
luciérnagas he visto entre las sombras
brillar con luz fantástica.
He visto, a los celajes de la luna,
sobre el temblor de las marinas aguas,
gemas, que fingen en la inquieta onda,
la fantasía de un ensueño nauta.
He visto fuegos fatuos en las noches
cruzar el tedio de la sombra opaca,
fingiendo en el misterio de las sombras
como brillantes lágrimas de plata.
Lo que no he visto ni en el cielo mismo,
en el encanto de sus noches claras,
es el prodigio de la luz que emerge
de tu pupila misteriosa y rara.
ROMÁNTICA
(Para H. Ducoudray)
Y trémulo de amor, convulso y ciego,
caí por fin ante sus pies de hinojos
enloquecido de pasión y luego;
sin que del labio se escapara el ruego
le hablé con la elocuencia de los ojos.
Le hablé con la elocuencia delirante,
del lenguaje del alma que está ansiosa,
y en ese vago y misterioso instante,
la nieve de su pálido semblante
se tornó sonrosada y luminosa....
El alma al labio se asomó,
lo mismo que un reclamo de amor,
y en el mutismo de aquel instante vago
de embeleso en que a su alma reclamó la mía:
apuré de su boca la ambrosía,
disuelta en el temblor de un casto beso....
MENSAJE LIRICO
(A S. M Grecia L.)
La nota más pulcra que duerme en mi lira,
¡oh! dulce Regina, Princesa de Amor,
el sueño quebranta, despierta y suspira,
por ser en tus manos de nácares, flor.
Permita ¡oh! Señora, que llegue a tu regio
palacio de perlas, de oro y marfil,
el eco melifluo del mágico arpegio,
que a ti da mi lira, Princesa gentil.
Tu mano es de nácar, divina Señora,
tu frente divina, de nácar también;
de un rayo de luna y un beso de Aurora
surgiste del cáliz de un lirio al nacer.
FANTASIA HEBREA
(Para Gastón F Deligne, Poeta)
Sobre el negro prestigio de su lacia melena
se desprende la lluvia de un millón de diamantes
y fulgura en sus ojos pensativos y amantes
el encanto apacible de una noche serena.
En el ritmo sonoro, de su voz de Sirena
hay el tremolo vago de cadencias distantes,
y en la rosa divina de sus labios fragantes
se adormece la risa con un nimbo de pena.
Esa tarde, en el Templo, rezaba de hinojos
ante el Cristo, y mirando su melena y sus ojos,
su belleza emotiva de jovial Nazarena.
En mi alma tradujo la ideal fantasía
que leyenda la historia del divino Mesías
y la triste y hermosa María Magdalena.
DEL LAVADERO
Es el patio angosto de la cuartearía;
es el corto espacio donde en formación
las mujeres lavan todo el santo día,
bajo la techumbre de una galería
que ni al agua escapa ni a la luz del sol.
Es la fiebre intensa del austero agosto;
el sol va a fundirse, trepando al cenit;
el jabón fermenta dentro el seno angosto
del balay añejo, cual lo hiciera el mosto
dentro de la cuba do sangró la vid.
¡Jóvenes mujeres, del deber esclavas,
cumplen afanosas con su gran deber,
y a pesar dcl astro que vomita lavas,
todas encorvadas, sumisas y bravas,
sudan, lavan, sudan, ¡qué vamos a hacer!
¡Es la ingente lucha por el cotidiano
blanco pan de trigo para el pobre hogar!
Goce de la blanda siesta el soberano
mientras ellas sudan bajo el meridiano
por la gran conquista del mísero pan!
Vestidas de andrajos, como pordioseras,
con trajes añejos que probando están
con las numerosas trizas volanderas,
flameantes al aire (como las banderas
cuando jironadas) que no pueden más;
Son las elegidas, las desheredadas;
¿qué otra cosa esperan del querer de Dios?
Por la noche rezan todo resignadas,
y si el gallo canta por las madrugadas
¡miran, las conformes, todas encorvadas,
que hace ya un momento fermentó el jabón!
Y el bregar comienza con los resplandores
del fulgor primero del orto del sol;
y haya malos días y haya días peores,
que por sobre penas, fiebres y dolores,
¡el pan no se ablanda si falta el sudor!
Y en el corto espacio de la cuartearía,
ni una sola frase de inconformidad:
risas y palabras llenas de alegría,
desde que con ellas se despierta el día,
hasta los comienzos de la oscuridad.
Rostros satisfechos, boca sonreída,
frentes inclinadas, ceño natural:
¡cuánta mansedumbre bajo tanta herida!
chistes, cantos, risas, himnos a la vida,
bajo tanta pena, bajo tanto mal.
Sus manos expertas, cuánta pieza fina
para las señoras lavan sin cesar;
enaguas de seda, rica muselina;
¡género elegante que llegó de China,
cuyo importe alcanza para un mes de pan!
Rica vestimenta de la gran señora
que derrocha perlas en superfluo ajuar,
que en el rico alcázar la virtud ignora;
y la mano esquiva de la lavadora
que el honor no ostenta sobre el anular.
Cuándo podrán ellas, las desheredadas,
adornar sus cuerpos con un lujo tal;
ellas que sumisas, todas encorvadas
cantan con el gallo por las madrugadas
y a sudar comienzan al primer cantar.
Tanta vida noble, tal virtud austera,
tanto buen ejemplo de resignación,
¿no tendrá su pago? Quiera que no quiera
que lo tenga, el cielo, cada lavandera ruega
sólo al cielo que haya un bravo Sol;
que al señor agrade su trabajo amigo,
que a la ropa blanca no haya que pedir;
lo demás, no importa....; ¡que haya pan y abrigo,
que no falte lumbre, que no falte trigo;
¡lumbre, para el rancho; pan, al chiquitín!...
DEL YUNQUE
Menos viejo que finge y parece
por lo enjuto del cutis enteco
y la ojiva que traza su curva
en su espalda, de forma de cerro,
que combaran, lo bajo del yunque
y lo duro y tenaz de los hierros;
El sufrido, paciente y sumiso
cotidiano vecino del fuego,
que en la diurna conquista del trigo
o del trapo que cubra su cuerpo,
con el duro martillo en la mano
cada día fatiga los hierros;
Sin desear nunca más de lo estricto
no aspirar lo impreciso o superfluo,
hace vida de austero cristiano,
y si el vicio ha minado su pecho,
no ha pasado de un sorbo de pipa
o una dosis de té de cafeto.
Cala blusa de género burdo,
y a pesar de lo burdo del género,
en los días de fiesta y descanso
(para él muy contados por cierto,
porque es raro el momento de calma
que no escuche del fuelle el resuello),
es su orgullo pasear por las calles
con su triste vestuario de Obrero.
Para dar una tregua al cansancio
que el trabajo da al alma y al cuerpo,
puso Dios en el páramo triste
de la vida del rústico Obrero,
junto a un ángel que es todo cariño,
cuatro o seis boquirrubios traviesos....
El conquista la lumbre y el trigo
agobiando el metal junto al fuego,
mientras ella, conforme y sumisa,
santifica el hogar con el rezo,
si es que cesa el deber de la plancha
y no falta al vestido el remiendo....
Con la aurora él madruga y se alista
y conforme, jovial y contento,
echa el negro carbón a la fragua,
y entre el humo, el bochorno y el fuego,
con la pipa encendida en la boca
y en la testa la gorra de lienzo,
¡sin descanso fatiga el martillo
hasta el sol ya al final de los cielos!
¿Y la siesta?... ¡qué pobre la goza!
Para un pan con honor es el tiempo
siempre escaso; disfrute la siesta
el que vive entre mimbres y cedros
y no ha de la fuerza del músculo
porque vive del músculo ajeno;
¡él mantenga la trémula llama
mientras haya de sol un reflejo,
que no es corta, si honrada, la lucha,
para un mísero pan de centeno...!
Algo grave interesa y preocupa
toda el alma del rústico Obrero;
ya los años van siendo no escasos
y la vida presiente su término;
si no ha sido posible la holgura
a pesar de su ardiente desvelo,
y el amor y el deber piden juntos
un hogar para madre y chicuelos,
¡hay que hacer más enorme la lucha
y más fuerte el castigo del cuerpo;
hay que hacer más extensos los días
y más cortas las horas del sueño!
Un hogar a trabajo... ¡heroísmo
noble y rara virtud del esfuerzo...!
es preciso el sudor de mil días
y una firme constancia sin término,
y hasta hacer productivo el ahorro
¡limitando tal vez el sustento...!
¡Qué de amargos y crueles dolores!
¡cuán difícil y duro el intento!
que el trabajo en producto se acorta,
y es preciso aumentar el esfuerzo;
vengan noches de crueles vigilias,
y después de vigilia y tormentos
¿el ahorro? ¡qué escaso! ¡es preciso
cien ahorros iguales al hierro...!
¡Aún resiste y resuella la fragua,
y sufrido, conforme y contento,
con la pipa encendida en la boca
y en la testa la gorra de lienzo,
sin descanso fatiga el martillo
entre el humo, el bochorno y el fuego...!
SE MURIO EL AVARO
Se murió el avaro, y en la estancia oscura
donde yace el cuerpo sobre el tosco alambre
de una cama pobre, alguien asegura
que el avaro triste ¡se murió de hambre...!
Una pobre vieja misericordiosa,
presa de congojas y crueles martirios,
a todos advierte, triste y pesarosa,
que hace falta incienso y hacen falta cirios.
Todos los curiosos se van alejando
de la pobre vieja, mientras va quedando
el avaro a oscuras y sin oración.
Cuando al otro día fueron a enterrarlo
cuatro pordioseros, todos al mirarlo
pasar, ¡sonreían de satisfacción...!
DEL ARADO
Van los tardos bueyes, paso sobre paso,
bajo los ardores del ardiente sol;...
van por la llanura cuyo campo raso
hace tiempo huellan, paso sobre paso,
a la voz amiga de su conductor.
Van a la frescura del abrevadero
dos angustiosos; presas de la sed
arando el campo medio día entero,
del sol de agosto bajo el gran brasero,
¡marchan a las aguas del abrevadero
aliviar el fuego del bochorno cruel!
¡Vaya un sol quemante; cómo da en la testa
en el amplio lomo del paciente buey,
el que no descansa porque no protesta,
el que siempre lleva sobre lomo y testa
gran pesadumbre de la eterna ley!
Débiles los miembros, las fauces jadeantes,
marchan lentamente como en procesión,
los enormes cuerpos casi vacilantes,
queriendo rendirse tristes y jadeantes,
la escasa alfombra del seco pajón.
Con sus grandes ojos, mansos y conformes,
del camino miran al linde final,
la enfilada tropa de árboles enormes,
donde fatigados, mansos y conformes
gozarán un rato de tranquilidad.
¡Qué gigante lucha de este medio día!
¡Cuántas desazones! ¡Vaya un bravo arar!
Para abrir el surco, ¡qué triste agonía!
¡Y aún están los músculos para medio día
que el arado espera para trabajar!
Aún los troncos firmes de las firmes astas
sentirán el yugo largas horas más;
y halando el arado por las tierras vastas,
conquistando fuerzas alzarán las astas
al "¡oh de los bueyes!" de su capataz.
Darles grandes fuerzas al Señor le plugo,
músculos de acero, bríos de titán,
y aunque desfallezcan bajo el recio yugo,
son los elegidos y al Señor le plugo
darles una vida para trabajar.
Si no dan sus fuerzas para esas fatigas,
¿qué se harán los sueños del cultivador
que ha soñado un campo de rubias espigas?;
si no dan mis fuerzas para esas fatigas,
¿quién limpia la tierra de cardos y ortigas,
para los milagros de la producción.
Si lo quiere el amo para sus riquezas
y lo exige el látigo del buen conductor,
es indispensable preparar las fuerzas,
¡resistir el yugo sobre las cabezas,
dando al amo frutos para sus riquezas,
recibiendo en cambio su agua y su pajón...!
....
¿Y a qué más alto anhelo? ¿No está remunerado
su amargo sufrimiento, su eterno trabajar?
En cambio de las horas eternas del arado,
¿no están una miseria de tiempo en el cercado,
mientras el amo apura su vino y su manjar?
Descansarán ahora, por término marcado,
y luego ¡a la faena penosa volverán...!
¡Volverán los bueyes, paso sobre paso,
bajo los ardores del ardiente sol,
por la gran llanura cuyo campo raso,
hace tiempo huellan, paso sobre paso,
a la voz amiga de su conductor...!
DEL ESTERCOLERO
El hambre, con su rostro demacrado,
que una vez que castiga, no perdona
mientras queda incumplido su mandato,
se adueñó de su mesa y de su choza.
Luchó, como esforzada, por vencerla,
y en la brega incansable y afanosa,
¡cayó, toda rendida, en la contienda,
desorientada, sin amparo, sola...!
Frágil esquife que al azar se lanza,
sin rumbo cierto, por la mar ignota,
en el abismo de la mar, perdido,
caerá al empuje de la ardiente ola! ...
¡Hija infeliz de la infernal miseria,
huérfana triste en la primera aurora,
en el abismo primero de la vida sintió
el fracaso de las alas rotas...!
Como nómada errante, pordiosera
a quien el hambre con su horror acosa,
buscó la caridad de puerta en puerta,
¡sin poderla encontrar en una sola...!
Atrayente, a pesar de la miseria,
hasta entonces impoluta y milagrosa,
conservó la atracción de la belleza
que aviva el fuego de las ansias locas.
Y aunque indemne el cristal de la conciencia
la escudó contra el mal y la deshonra
y bajo la roída vestimenta
vivía la doncella pudorosa;
¡Volaron a su oído mil promesas,
y donde sollozó por la limosna,
hubo un cruel apetito que la hiciera
vacilar entre el hambre y la deshonra...!
La sociedad menguada y siempre artera,
esclava a la mentira y a la forma,
¡negó toda virtud a la harapienta
y toda caridad a la andrajosa...!
De la necesidad la voz tremenda
(ya que el bien le negó la fruta optima)
le habló del mal, ¡y la tenaz conseja
hizo estrago en el alma virtuosa...!
Y flor que la furiosa ventolera llevó
del negro abismo a la amplia sombra;
¡de los brazos del vicio fácil presa,
se hundió en la charca y se bañó en su ola!
Hoy la mano que ayer, dócil y trémula,
en vano reclamara una limosna,
enflaquecida y pálida y enferma
del vicio esgrime la nefanda copa.
La negra copa del placer esgrime
la mano a quien negaran la limosna,
¡y la cruel sociedad repudia el crimen
de la triste y hambrienta pecadora...!
....
¡Oh! Cristo, buen rabí, vuelve a la tierra,
señala la virtud, muestra el pecado,
ordena, como ayer con Magdalena,
¡que una sola no más, de tantas manos
lance a la triste la primera piedra:
y ni una sola cumplirá el mandato...!
SÍMBOLO
¡Aquel viejo enigmático y sereno,
de tristes palideces marfilinas
y miradas de dulce Nazareno,
échase a descansar bajo las ruinas...!
¡Y en el vasto silencio vespertino,
tras un largo suspiro y un bostezo,
cerráronse del sueño al hondo beso
sus ojos de cansado peregrino...!
Cuando la tarde huyó triste y doliente,
con la noche se entró por el oriente
la luna, y al verter sus argentadas
claridades silentes en las ruinas,
bañó con sus miradas argentinas,
¡dos míseras grandezas olvidadas!
A LOS HÉROES SIN NOMBRE
Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
heroicos defensores de nuestra libertad,
que en el desfiladero o en la llanura agreste
cumplisteis la orden brava de vuestro capitán;
vosotros, que con sangre de vuestras propias venas,
por defender la patria manchasteis la heredad,
hallasteis en la lucha la muerte y el olvido:
la gloria fue, absoluta, de vuestro capitán.
Cuando el cortante acero del enemigo bando
cebó su torpe furia en vuestra humanidad,
y fuisteis el propicio legado de la tumba,
sin una cruz piadosa ni un ramo funeral,
también a vuestros nombres cubrió el eterno olvido:
¡tal sólo se oyó el nombre de vuestro capitán!
Y ya, cuando a la cumbre de la soñada gloria
subió la patria ilustre que fue vuestro ideal,
en áureos caracteres la historia un homenaje
rindió a la espada heroica de vuestro capitán.
Dormidos a la sombra del árbol del olvido,
¡quién sabe en dónde el resto de vuestro ser está!
Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
sois parias; en la liza, con sangre fecundáis
el árbol de la fama que da las verdes hojas
para adornar la frente de vuestro capitán...
EL VIOLÍN DEL MENDIGO
En sus manos llora como un niño hambriento,
como un niño pobre que pidiera pan,
el cordaje antiguo del viejo instrumento
con que implora el beso de la caridad.
Es un viejecito de barba copiosa,
de copiosa barba color de marfil,
que perdió los hijos y perdió la esposa
y hoy va por la vida con voz temblorosa
cantando sus penas al son del violín.
Y el violín solloza, suspira, se queja,
y hasta cuando entona cántico vivaz,
el violín solloza y en el alma deja
la caricia intensa de algún malestar.
Es el más querido de los limosneros,
por oírlo, todos le hacen caridad,
si el violín ensaya cantos lastimeros,
¡quién niega al mendigo la lumbre y el pan!
Señor, mientras tenga fuerzas el mendigo,
mientras tenga alientos para resistir,
aunque solitario, déjale su amigo:
¡qué será si al triste le falta el violín!
¿Quién viste y protege su cuerpo tan magro,
quién presta calzados al pálido pie...?
Si el violín se calla: ¿quién hace el milagro
de hacer menos dura su dura vejez...?
....
Atesta al avaro sus arcas de oro,
ciñe de laureles al conquistador,
a la dama altiva del traje sonoro
dale la más fina seda del Japón;
Dale regio alcázar de rica ornamenta
al señor augusto, del oro señor;
del burgués inútil mayor haz la renta,
de la torpe usura colma la ambición.
Y al mendigo triste, pálido y hambriento,
de copiosa barba color de marfil;
¡Señor! que no pierda su viejo instrumento
¡que muera primero que el triste violín...!
MISERIA
Oye avaro hambriento que amas la vigilia
porque así el tesoro puedes custodiar.
¡Monstruo de ojos hechos a mirar visiones
detrás de los hierros del área infernal!
Caja enflaquecida de carnes llagosas,
que encierras un alma que odia Satanás;
¡sapo horripilante, reptil nauseabundo
que adoras la cresa de tu lodazal!
Cierra bien la entrada de tu cueva oscura,
no hagas luz adentro, que a la claridad
se entrará el fantasma de tu propia sombra,
dentro la caverna donde está el caudal.
No oigas si a tu puerta llama el pordiosero
guarda tus monedas, cómete tu pan;
guarda tus harapos cuando ya podridos
caigan de tu cuerpo, ¡pobre Barrabás!
Deja que el desnudo muera a la intemperie,
deja que el hambriento muera sin comer;
no dejes que nadie se manche las manos
con tus propiedades, y habrás hecho bien.
Si el prójimo sufre, no es tuya la culpa,
el tiempo no pierdas en la caridad;
no duermas, ahorra tus horas nocturnas
¡que las ratas pueden comerte tu pan!
Huye del contacto de tus semejantes,
cierra tu caverna para la amistad;
vive entre las sombras tu misantropía
¡sin cuidarte mucho de la soledad!
El silencio engendra duendes y fantasmas
que robarte pueden algo del caudal;
cuenta con cuidado tu montón de oro,
cuéntalo mil veces, ¡vuélvelo a contar!
Monstruo de ojos hechos a mirar visiones
detrás de los hierros del arca infernal;
no oigas si a tu puerta llama el pordiosero,
¡guarda tus monedas, cómete tu pan...!
EL MENDIGO
Curvado sobre el báculo piadoso
en que se apoya la convulsa diestra
y ampara el natural desequilibrio
del cuerpo, que al andar se bambolea
como una vieja barca que las olas
empujan y atropellan;...
bajo la bruma del invierno airado
y con el fardo del dolor a cuestas,
va el mendigo al azar, porque sus ojos,
donde se fija la visión apenas,
acaso ven un bulto en cada cosa
que se perfila por la triste senda....
Hastiado de la brega acostumbrada,
cansado de mirar cerradas puertas,
va sin rumbo, cual náufrago que sigue
resignado a favor de la tormenta,
el lóbrego sendero que el destino
marca a su vida por la mar inmensa...
¡Quién sabe en qué recodo del camino,
dejando el fardo de sus hondas penas,
solitario, sin lágrimas que mojen
su amarillenta y triste cabellera,
exhalará su postrimer suspiro
sobre un jirón de la negruzca tierra...!
¿Es la triste oración de cada día
que agita su ala trémula?
¿La desesperación de tanto olvido,
que modula en silencio una protesta,
lo que haciendo temblar convulsamente
la enjuta boca de marfil exenta,
hace girar los ojos del mendigo
en el seno brumoso de sus cuencas?
¡Es el hambre, que atroz su garra finca
en la carne del triste y la atropella...!
¡Cuántas veces el labio tembloroso,
el labio devorado por la anemia,
en el nombre de Dios ha suplicado
de todo lo que sobra, una miseria...!
Si no fueran dos fuentes cuyos cauces
ha tiempo que secara la indigencia,
sus ojos: ¡cuántas lágrimas lloraran!;
sus labios: ¡cuántas lágrimas bebieran...!
....
Viajero por los mares de la vida,
en busca sabe Dios de qué risueñas
playas de promisión, con fe robusta
y de blanca ilusión el alma llena,
se dio al embate de la hirviente ola
soñando en cada tumbo una promesa. ...
Pero así como el ave que su nido busca
en la noche tormentosa y negra,
y al fiero empuje del turbión airado
llega del bosque a la confusa breña,
ajeno el pico a la gallarda nota,
perdido el rumbo y con las alas yertas;
¡ya lejos de la orilla,
seno adentro del mar de la existencia,
se halló, toda ilusión hecha cadáver,
en los escombros de su fe ya muerta!
¡Y allá va, pensativo y taciturno,
trepando del dolor la dura cuesta,
como un fantasma tétrico y sombrío,
engendro del dolor y la miseria...!
Quién sabe qué mordaz filosofía
al ánima del mísero atropella;
cuando el dolor agrede y nos maltrata,
cuando la realidad toca a las puertas,
¡hasta Dios, como un ídolo inseguro,
se derrumba del alma y de la idea...!
Siguió del bien la luminosa vía,
y puesta siempre en Dios su ánima austera,
vivió soñando amor como un cristiano,
en la tranquilidad de la conciencia
¿Qué fue de tanto bien como soñara?
y Dios, ¿en dónde está, que torvo niega
un jergón para el cuerpo macilento,
y un mendrugo de pan? Y la conciencia,
¿en dónde está también?... ¡Oh negro arcano
que ofuscando la pobre y vana idea
alimentas la fe ciega y cobarde
con los licores de la duda acerba.
¡Mentida Caridad, por el mendigo,
un milagro de amor sobre la tierra!....
¿Morirá como el réprobo insensato,
sin que a la hora trágica y suprema
en que el soplo divino se desliga
de la vulgaridad de la materia,
ni un labio ruegue por la paz del alma
ni un cirio alumbre con su llama trémula?
Así tendrá que ser, querencia humana,
que todo lo avalora, mide y precia:
cuando baja al sepulcro solitario
un hijo del dolor y la miseria,
¡no hay el honor del oro de los cirios,
ni el incienso aromático se quema,
ni reza el labio trémulo del cura
ni la campana de la ermita suena...!
DESOLACION
¡Y fue mi anochecer en pleno día,
y el dolor, con su mano despiadada,
partió mi corazón como una espada
ahogando la ilusión en la sangría...!
¡Y perdí la noción de la armonía,
y hasta mi firme anhelo de belleza
cayó desorientado en la tristeza
de la noche sin luz de mi agonía....!
Al resto de mi fe pedí su egina,
y a la voz suplicante de la vida
permaneció la fe impasible y muda;
y de la fe impasible al torpe agravio,
derramó su veneno sobre el labio
la copa aterradora de la duda...!
ATRIO
El misterio es el alma de la virgen Poesía,
en el lago es silencio y en la estrella temblor;
dad al verso el lenguaje de los largos silencios,
como en lago y estrella que el misterio nimbó.
Dejad siempre velado bajo el ala del verso,
para ciertos espíritus, lo más blanco y mejor;
tal así como bajo de una tímida niebla
el matiz impreciso de una incógnita flor.
Lo que dice el absurdo inarmónico idioma
de los labios que hablan, es salvaje dicción;
en la lengua divina de la Maga Poesía,
el silencio idealiza la palabra mejor;
Así tal, bajo el césped, como en tórpido limbo,
la fragante violácea de su encanto de flor;
¡tal así, tras el velo de la bruma flotante
da una estrella lejana su indeciso fulgor...!
CAMPANAS DE LA TARDE
La tarde.
Gris de perla.
Los árboles en una
meditación ambigua, de ensoñación o duelo;
¡pupila de la tarde romántica la luna,
colmado el gris plomizo del solitario cielo!
¡Por momentos sus alas: inmóviles al vuelo,
recoge la penumbra que finge ser la ojera
de la pupila blanca, sonámbula y viajera
que calma el gris plomizo del solitario cielo!
¡El ángelus.
Esquilas...
Lamentos funerarios
que vuelan de los bronces de viejos campanarios
con un compás doliente de apesarado vuelo!
¡Yo sueño bajo el oro de estas horas tranquilas,
y en embriaguez de amores recogen mis pupilas
tu imagen en la errante del solitario cielo!
LETANÍAS DE NOVIEMBRE
I
¡Están tocando a muerto las campanas lejanas...!
Hablan los viejos bronces de quietud y partida
con esa lengua lúgubre que tienen las campanas
cuando cantan el canto de cisne de la vida...
¡Están tocando a muerto las lejanas campanas...
y a los vagos confines van en alas del viento
las esquelas mortuorias, como el hondo lamento
de dolores ignotos y quimeras lejanas...
En la antigua Necrópolis, de cipreses y cruces
cuelga el vésper el velo de sus pálidas luces
y la humana dolencia sus adelfas y lirios;
mientras dicen los labios las palabras piadosas
que vuelan como vagas dolientes mariposas
al redor de la flama de los místicos cirios...
II
En la calma uncitiva de la tarde que muere
como el alma impalpable de una casta blancura,
con dejo melancólico de triste miserere
vuela el vago responso de los labios del cura...
Todo calla y se inclina, y el espíritu inquiere
y dialoga en silencio con la Pálida oscura,
y en la calma uncitiva de la tarde que muere
me arrodillo, a los ruegos del responso del cura...
¡Madre mía! (yo rezo) que tu amparo me diste,
rasga el manto de sombras de mi espíritu triste...
¡por qué tocan tan tristes las campanas lejanas...!
Madre mía, ángel casto de virtud y de amores,
¿si a tu vuelo dejaste tus amargos dolores,
por qué tocan tan tristes las lejanas campanas...?
¡OH, TARDES ADORABLES!
¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
¡Oh, siesta de mis sueños sobre su pecho en flor!
Venid rasgando brumas y sombras de mi olvido
a orar cabe el sepulcro de aquel perdido amor...
Orad en el divino lenguaje del silencio
por todos los ensueños de aquella casta edad,
doliente margarita que aquellos blancos dedos
acaso no recuerdan que deshojaron, ya...
¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
Volar de blancos besos en alas del idilio,
arrullos de las almas bajo el sereno azul...
Quiméricas visiones de mi universo efímero,
¡traed a los oscuros rincones de mi olvido
blancas reminiscencias de aromas y de luz!
SERENAMENTE GRIS
La lluvia, tornadiza como una polvareda,
más flota que desciende, serenamente gris...
el viento, adormilado, sobre la tarde queda
y sobre los ramales la nébula sutil
Cabalgan por el éter tristezas invernales,
y en la tranquila estancia, serenamente gris,
mientras la vaga niebla se asoma a los umbrales
¡te duermes en mi pecho como una flor de lis!
Tu joven pecho cándido me brinda sus latidos
y tus fragantes labios, dulces y sonreídos
me invitan para el beso romántico sutil,
y mientras que yo beso tus labios virginales,
envuelta en sus dolientes crespones invernales
muriendo va la tarde, ¡serenamente gris...!
LETANIAS DE AMOR
Labio que en mi labio tu vino vertiste
cuando el rojo beso del amor me diste,
¡qué triste dejaste mi vida! ¡Qué triste!
Mano que en mi frente tu albura posaste,
cuando tu caricia de amor me brindaste,
¡qué triste, qué triste, mi vida dejaste!
Pupila, que el ala de luz encendida
pusiste en la noche del alma dormida,
¡qué triste, qué triste, dejaste mi vida!
Hoy sólo el recuerdo me ampara y escuda,
mi escala está rota, mi alondra está muda,
y es fiel y es eterna mi amada:... ¡La Duda!
EN LOS REMANSOS TRANQUILOS
I.
En los remansos tranquilos
flota una paz mensajera.
¡Hay un rumor de olvidanzas
en estas aguas que sueñan
bajo los claros azules...!
Sus blandas alas de seda
recoge el aura intangible
que apenas las hojas besa
con un beso de armonías.
¡En mis pupilas resuena
el eco de las canciones
que sobre las cosas duermen!
....
II.
Sobre la paz del remanso
se bañan las hojas secas
que en las corrientes calladas
pasan rápidas y trémulas...
¡Cuánta música olvidada
en los remansos despierta
y entona un himno sin notas
en mis pupilas sedientas...!
Como en espejo de plata
se mira la tarde quieta
sobre las aguas tranquilas
que copian su imagen bella....
Una fuga de alas blancas,
nieve que el éter blanquea
deja un fulgor momentáneo
sobre las aguas serenas;
es una canción con alas
que sobre las aguas vuela....
Ebrio de azul y silencio,
sobre las blancas arenas
se tiende mi tosca arcilla,
mientras mi espíritu vuela
sobre los hondos remansos
llenos de paz mensajera,
donde trémulas y solas
se bañan las hojas secas...
EN SECRETO
Lo dice el dejo gris que asaz traduce
un quebranto de amor sobre tu ojera,
y tu enferma mirada que trasluce
la lejanía de tu azul quimera.
Tu espíritu exquisito está colmado
de un ensueño que es único en la vida,
que tiene la atracción de lo pasado
y la embriaguez de la ilusión perdida...
Lo dice el malestar con que sonríes,
el eco vago que en tu voz solloza,
y el hondo malestar en que deslíes
la esencia de tu ánima piadosa.
Lo dice la tristeza de tu piano
que ya no rima la canción sonora
y sufre la nostalgia de tu mano
que muere plena de tristeza ahora.
Lo dice hasta el jarrón de porcelana
que objeto siendo ayer de tus amores,
vegeta en el umbral de tu ventana
soñando la caricia de tus flores.
Lo dice tu actitud de pensativa...
florece en tu infinita lontananza
la vaga y cabalística esperanza
de una flor, un recuerdo, una misiva....
Una flor, un recuerdo, una misiva,
que hable de tu alma a la tristeza
de aquel instante azul en que cautiva
cayó la enamorada sensitiva
al reclamo de amor de una promesa....
HILOS DE PLATA
¡Hilos de plata!
hebras de luz de lunas
¡apagadas
sobre las cabezas
y las frentes pálidas!
Cera de los cirios,
hebras de camándulas
que rompiera el genio
de las horas largas;
canas dolorosas,
¡oh, canas...!
¡qué frío dejáis en mis huesos!
¡qué invierno prendéis en mi alma,
cuando os miro caer, dolorosas,
de las tristes cabezas ancianas...!
¡Oh, triste Poeta goloso
de músicas raras
y formas divinas
y locas fragancias!
¡Oh, dulces y ardientes visiones!
¡Cuando la cigarra
de los años fríos
y las horas largas
dé su sola nota
tétrica y macabra,
al ramal sin flores
de la fronda helada,
será el canto un difunto
bajo la mortaja...!