Poemas de:
Manuel Lozano
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"ANFITEATRO DE TODAS LAS GRACIAS"
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PROPICIATORIO CON UNA GENEALOGÍA DE LLUVIAS
Para Nélida Piñón
Debajo de los tules viene el humo.
Detrás de las puertas me abrigo al sol
de un aliento que sube por mis días.
La memoria de las lluvias ya está aquí:
¿A qué invocar lo exhumado, escalofrío?
Las escamas rasparían el ácido lechoso
donde lees tu orgía, tu ágape, tu llanto.
¿A qué llamar a las matronas de la sumisión?
El miedo es una cerbatana que no arrojo.
El hambre, un río de sonajas vacías
en un cuerpo llagado.
Acaso la araña tenga sed sobre la tierra.
Esta lluvia feral borra las tumbas,
labra mi cuerpo de arder hasta el principio.
¿Es que atisbas un velado nombre bajo diamantes,
el sacerdocio líquido de tus hijos?
Oculto la negra pelambre en este manto.
Entonces mi boca –la habitada- dice
el boscoso amor y su desierto.
CÉFIRO
Un memorial de escombros vuela en este reino.
El velo ingrato colma de heridas
en la ausencia tu tatuaje.
-¿Cómo llegaste al jardín de presagios-
balbuceas con dibujos, casi rezando.
-¿Con quién gastas el pelaje de un corazón
con manchas del incesto?- me contestas.
Si son raíces las que amparan
la tenebrosa, intolerable claridad de mis plumas.
NADO SOBRE VOLCANES
¿Cuál es el artificio
arrastrándote de boca en boca,
de vestidura en piel,
de estigma en voz,
de cicatriz en acecho (voluptuosa)
hasta el cáliz sucio del espanto?
Esclavo del milagro
manoseo pelajes, indubitadamente
blasfemo carcajadas:
Desentierro la fiebre.
¡La exasperada rotación de presagios!
Vacío suntuoso.
Alba fogata donde duermes.
¿Que no sabes de su lepra y de sus reinos?
Por qué fui el luto lila
en la cara humillante del tirano?
Nadas sobre volcanes.
Te fueron destinadas
las orgías del hambre y del amor.
UNA FÁBULA ANTIGUA
Hasta que llegues
entraría en el muro guardador de las lágrimas,
nítida enredadera.
Con una calcomanía de infierno
prometería convertirte en lince,
en impostora, en madre hiena.
Pero tu querrías fidelísima ser perro
para lamerme las heridas.
ODÍLICA
Ese mismo viento cadavérico alberga un rostro
de tierra, de piedra cóncava al sol.
¿No oíste pasar su aliento
como amuleto fluvial de los odílicos?
La huella quiebra el mármol.
En esta cumbre me fulguras.
EL ARCO IRIS LUNAR
Con un trineo lila entro en la fiesta,
en la aberrante jungla de los otros.
Mañana será tarde:
No habrá piadosos amuletos transformados,
ni estambres de la sumisión,
ni el paso astuto de alacrán entre columnas rotas.
¿Qué madrigal de las tumbas muy lejos de las vidrieras
donde espías al niño velador de tu fósil?
Fósil debajo de las lluvias enceguecidas, fósil
despavoriéndome en rosario de coronas casi invisibles.
¡Allí llegaste con tu rueca enjambre, vieja de la escarcha!
Hube perdido el conocimiento de ese mundo falaz.
Tajeé y tajeé y tajeé todas las puertas
mientras subía en el naufragio de mi raza
aferrando contra esta piel las hilachas de un perfume,
el desvelante corazón de un relicario abierto.
Herido de mandrágora tu pacto.
Miro de nacer por la escondida noche
la perfectísima llaga vagando en los jardines.
Estas genealogías donan el imaginado ácido del dios
y encienden lámparas de carnaval.
¡Bienvenida la disfrazada de espectro,
carcomida de encantos ridículos tu sombra!
El colibrí traga arena tibia (traída de los sueños)
para borrar de estas manos los estigmas tan crueles.
¿Por qué he de volar así?
¿A qué este suavísimo celeste en las tinieblas?
Queda cerca tu adiós.
Ya dejas los cristales rotos, los desprecias
como desprecias la traición del amor antes del alba.
Sólo el adiós se recupera de este lado.
¿No escupo el fuego de mi sola agonía hasta el desdoblamiento
de Adán en lepra, de barro en liquen?
¿Es que no asciendo al tiempo de las hijastras caídas?
No encuentro diluvio hacia arriba
más que el sello de mi profanación.
La luz es impostora.
El traje es impostor.
Quema el silbido de esta boca en los hierros.
MARIONETA EN SUBURBIA
Con cruz de luz enceguecida, a la puerta del vacío,
ardiéndome sobre las babas de tu historia.
Vamos, nácar deshojado.
El abandono te brota fingida lluvia de piedra.
Que pase este murmullo.
¿Ves desde la cumbre
las parvas de la vasta pantomima?
GENEALOGÍAS
a Gloria Margarita Dávila Espinoza
Porque éste es tu reino:
Pezuñas y pelos y pus sobre las posesiones.
Lo que derramas
ya está escrito en mis ojos.
Lo has visto desde antiguo:
Me palpas, me salvas, me redimes.
Porque éste es tu credo:
Hurgar con las pupilas rojas en la nieve negra.
Lames sin asco el corazón de otra muñeca:
¿Le calientas un ataúd con tus manos?
¿Pero le pintas una puerta silenciaria
para entrar en la fiesta?
La llagada buscaría un hacha de sangre
En el cerebro de una rata.
Porque tuyo es el reino.
RADIANTE EN AGUA UMBRÍA
Lo más terrible es que pensamos. ¿No es enloquecedora la soledad del hombre: único ser pensante en medio de los mundos?
Pieter van der Meer de Walcheren, Nostalgia de Dios
Para Liliana Herrero, voz taumaturga
Primer nocturno de Oficio de Tinieblas, /pídeme.
Se oyen soledades en el jardín desierto
y araño y tajeo las puertas
que un día abrirán en mí lo inhabitado.
La liturgia es despiadada:
las catedrales muerden en el linde del planeta
la certidumbre de los huesos.
No puedes saciarte de contemplar así
el cruel anfiteatro de revelaciones.
Como el ave fénix intrauterino que te comiera
la piel hasta el cansancio,
la piel hasta el tatuaje,
eres la costra final de la melancolía.
¿Por qué vagué en el agua negra
con todo el humo del pasado
y la extremaunción de los verdugos?
He de salmodiar un reino de paciencia:
chimeneas, murallas, pizarrones.
¿El éxtasis fue torbellino
en la sombra soplada del comienzo?
Suntuosa, esta soledad
separa las aguas con tu musicadora lengua
para juntar mi sangre a viva luz del grito.
Sosías de los nacimientos falsificados,
no caigas en el barro de medusa.
Guarda el canto milagreante de la hierba.
Guárdame en Shakespeare, en araña-dios, en
/hervidero.
El reino está inclinado:
se inclina a la sangre.
CERAUNIA
Vi también lo que parecía ser un mar de cristal
mezclado con el fuego.
Apocalipsis
La invocación es perfecta.
Un árbol salvaje en la estación de las lluvias
anuncia con amarillo de cadmio y sangre
quemada lo que fue de tus padres
en el viejo desierto.
Ya no hay nostalgias
en esta pluma leve, escapular
hacia la forma exacta
del nombrar sumergido
tatuaje yacente en la apariencia.
Socavas magnificencia
en los pequeños latidos de un ataúd
huérfano de milagros;
Incubas una hija arrancada
a rayo de una pesadilla.
La infancia juega a los dados:
y es tu muerte la que gime,
y es tu muerte la que mira
con alucinación final
el salto giratorio en trapos de lamé.
¿Habrá un abecedario
con que contar hacia atrás
la feral travesía de esta niña
llevando a su hija
como a una muñeca rota de otro mundo?
Esta sombra de sombras
vuelca en el caleidoscopio
un memorial de engaños.
Ni mi hija es mi hija:
ni yo seré esta hijastra.
Comía de los buitres blancos
con la unción de los pobres
en los largos vestíbulos.
¿Pero cuándo veré el invierno
inventándome huella de sal?
Te apartan de ese nido.
En los cimientos de una telaraña
gritan las crías.
¿Y que naceré
con huesos de catedral en mi boca?
Un aleteo se rasga.
Los dioses ya caminan en el mundo.
-Que me quiten las coronas,
que te roben el bálsamo-.
La fábula es perfecta.
NUNCA DIJISTE QUE ME REIRÍA
EN NIEBLA
Intelectos naturaliter desiderat esse semper.
Baruch de Spinoza
Querían retornarte a la cama feroz de los durmientes.
Quebraste la cruz, el vago viento
en un cielo de engaño.
¿Por qué aludir a un verosímil carnaval
si los estigmas crecen en tu traje vacío?
Saca al sol de la piedad
el altar de caléndulas mirantes,
la musicadora lengua del jaguar,
las escamas de la última espera,
la astucia del calvario,
el oro de sus crías.
Vete con ellos.
Recíbelos hasta la exultación:
hasta la tumba del desprecio.
¿Qué bestias dicen el mismo nombre?
¿Siempre la carne cubrirá este vuelo?
Máscara: larva de un retrato, persona,
anestesia en círculos de un alarido.
Nunca dijiste que me reiría en niebla.
TIGRE QUE VUELA
Sorbida es la muerte en victoria.
1 Corintios, 15:54
Hay una reina que nace en los combates del día.
El rey aguarda entre las brasas brevisímas
la imantación de una criatura al viento.
Ahora los dos sepultan realidades que sangran
en la vasta pantomima del mundo.
Mudanzas del vuelo (fisuras que te engendran),
esta luz sumerge en carne escalofriante
de arañas y de altares.
¿Y cómo entrarían las garras a tu conciencia:
hacha de jade, hacha de hueso, diente ritual?
La piel estalla por los escalones.
En risas subes el Templo de las Dos Cabezas
tajeando el iris con mi cerbatana de narcisos.
Animal de las tumbas, profáname.
Diuturnidad en los portales de Comizahualt.
Corónate con antifaces de escarnio:
así verás brillante la vasta pantomina.
En la semilla labro el fuego, el alabancioso liquen
y las caras de otro insomnio.
¿Y este alarido? ¿Y estas crías llagadas?
Un vuelo nupcial es mi sobreviviente.
ANFITEATRO DE ANATOMÍA
Cartílagos de la noche, adormeciéndose,
ofrecen en este altar
la persistencia feroz de la memoria.
¿Cómo una incisión tras el enjambre?
Procesiones veneran el umbral giratorio.
¿De ese ritual exhumas
un salterio con labios de cráter de murciélago?
Sube la sangre de Avicena
por las escalinatas locamente tardías:
“-De esta luz me envuelves,
de esta luz me sepultas.”
Tiemblo el temor en las arterias del mamífero
ardiendo en neardenthal y en homo sapiens.
Carbones fríos entran en la boca del cisne.
¿Qué muro dentro del muro guarda este cráneo,
tejiendo las sinapsis del error como un torrente?
¿Adónde el rostro de Vesalio
fecundador de diamantes?
Porque la herida es de barro
y serpentea (siglo a siglo) su impostura de bilis.
Cada herida traicionará las sublimes
hilachas del nacido.
Por eso abro el corazón.
Abro este fósil.
Abro el tatuaje.
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Autor:
Manuel Lozano
Buenos Aires Argentina.