WEBMASTER: Diego Salvador Rodriguez Castañeda
Biografía
de:
Jorge Cuesta
(1903-1942)
BIOGRAFÍA Jorge
Mateo Cuesta Porte Petit, nació en Córdoba, Veracruz, el 21 de
septiembre de 1903. Su niñez, precoz y solitaria, de pocos juegos,
transcurrió tranquila con excepción del accidente acontecido al año de
nacer cuando, de los brazos de la niñera, el pequeño cayó golpeándose
en una parte muy cercana al ojo izquierdo contra el filo de una mesa.
Tiempo después, cuando Jorge contaba nueve años, fue intervenido quirúrgicamente
para dar solución a la secuela que aquel descuido había dejado en él:
un constante lagrimeo. Es esta la razón por la que en las fotos aparece
con el párpado a medio cerrar. Atraído
por las matemáticas, la física, la música y la química, después de
concluir sus estudios correspondientes a la preparatoria, se muda a la
ciudad de México en 1921 y, al llegar, escribe a sus padres en espera de
la autorización para ingresar
al Conservatorio Nacional y hacer realidad una de sus aspiraciones: ser
violinista. Finalmente, deja de lado esta idea e ingresa a Como
miembro del mismo, acepta prologar El
argumento, de sólidos andamios, utilizado para defender la postura que
adoptó al atender a la selección, se sintetiza en las inteligentes líneas
de esa carta y, para quienes son observadores y poseen el libro de Luego
de la trifulca que obligó a dar por terminada la revista, colabora en
otras y escribe para algunos periódicos como El Universal, y publica dos ensayos de corte político (1934): El
plan contra Calles y Crítica de la reforma al artículo tecero.
En 1938, entró como jefe del departamento de laboratorio en una industria
de azúcares y alcoholes –ya antes, a partir de 1932 y hasta 1937, había
trabajado en Aunque
el poeta, con sus invenciones de fómulas químicas, no tuvo la fortuna de
hallarlo, si encontró este otro proscrito: la locura -decía Dryden,
"la locura es un placer que sólo el loco conoce". Esto, aunado
a otras angustias morales, lo llevaron a una serie de instituciones
asilares. En la última, cometió suicidio el 13 de agosto de 1942,
estando en la plenitud de su vida, pero ya no en la más vasta lucidez
intelectual como para discernir lo verdadero de lo ficticio -aunque, ¿quién
dicta qué es lo racional? quizá la enajenación es la ventana, más que
la ventana, la puerta a la verdadera razón, esa otra cara de la moneda
que, nosotros, precisamente por "cuerdos", no logramos
evidenciar, permaneciendo una posible "realidad real" invisible
a nuestros ojos. Al
quitarse la vida, contaba apenas con 38 años. En palabras de
Villaurrutia, Jorge Cuesta fue "el más universalmente armado de los
escritores del grupo, porque la filosofía, la ciencia, la estética, la
crítica y la poesía, lo atraían con la misma fuerza".
Cuesta,
por ello, a semejanza de las más modernas teorías de la física en boga,
que buscan unificar la fuerza gravitoria, el electromagnetismo, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil,
clamaba por hallar en los sinfines de la razón, aquellos puentes que lo
ligaran a sus alter egos, a sus otros yo diseminados en los
distintos campos de la erudición humana por los que concebía un gran
entusiasmo; pero, a diferencia de Pessoa –por citar un ejemplo- que supo
desdoblarse, sucederse en una segunda personalidad, la cual, a su vez, fue
peldaño para llegar a otras tantas ambiguas y, más que eso, hallarse a
través de ellas -multiplicidad destilada de lo que, a partir de
Descartes, se cree, es prueba fidedigna del existir: el cogito-, el
poeta mexicano era el espectro de sí mismo. Ni siquiera se hallaba
situado en el punto de donde partió el portugués para edificar su obra.
El motivo es simple: hasta el propio Cuesta, parecía estar llamado a ser
solamente el eco de otra voz que hablaba por la suya: "su voz parecía
nacer de los fantasmas del aire", considerando la descripción que Elías
Nandino, aunque, como era de esperarse, artística, hizo de su persona. La
producción de su obra poética nunca reunida en forma de libro, contiene
uno de los poemas más logrados y ambiciosos de nuestra literatura
mexicana, aquél que lleva por título Canto a un dios mineral:
treinta y siete estrofas de seis versos cada una escritas a la usanza de
las silvas. Canto a dios mineral constituyó, a lo largo de toda su
vida, su gran sueño poético y obsesión. Las últimas tres estrofas
redactadas, de manera seguida, delante de los enfermeros cuando éstos
fueron a recogerlo para llevarlo a la institución psiquiátrica, dan
motivo a pensar que se trata de un poema llevado a su fin más que por la
libertad de la pluma del poeta, por el azar de las circunstancias: un
texto inacabado que no pasó por la aduana del análisis implacable; ese
análisis programático que imperaba en su personalidad. No
se hará alguna clase de examen exhaustivo sobre él. Los hay en suma y
muy buenos. Lo que sí hay es pertinente mencionar, es que la articulación
de las palabras en que el fondo, la idea está sumida y viceversa, ha dado
pauta a una consecusión de interpretaciones que sí bien pudieran no ser
fieles, tampoco pueden ser inválidas: eterna oscilación; como el péndulo,
de un extremo a otro, no está en ninguna parte puesto que, al poema,
ninguna cesura interpretativa lo aprehende: "Nada me afirma y nada me
desmiente”, es lo que el texto nos argumenta. A
Cuesta, más que nada, le debemos en México, por vez primera, una
verdadera conciencia crítica. Una conciencia crítica de la política y
la cultura. Y eso es indubitable. Un grupo de reflexiones originales,
dispersas en revistas y artículos de prensa bastan para comprobar su
calidad como ensayista -no obstante, que fue el menos publicado a
comparación de sus compañeros de odiseas intelectuales. Él podía
trabajar en un par de textos durante un año -el mismo tiempo que a Torres
Bodet le tomaba escribir tres libros y publicarlos-, debido a que su
sentido de la perfección lo llevaba hasta esa frontera que desemboca en
la esterilidad, en el silencio. Este sentido, se puede percibir a lo largo
de todo su legado, pues supone, para los lectores, las más de las veces,
un fino oído para lo que tiene que decir, como es el caso de las líneas
de "En la sempiteromia samarkanda" y "Rema en un agua
espesa y vaga el brazo", donde la palabra, trasmutada en tabique, se
va apilando de tal forma que ya el poema lo terminamos por leer erigido en
muro: realidad que se presenta, ante nuestros ojos, como impenetrable. Pese
a esa virtud de engendrar concepciones abstractas, Cuesta, no logró
solidificar, organizar un verdadero sistema de pensamiento, donde lo
genuino de ellas destellara con toda la intensidad luminosa de que era
capaz su agudeza racional. Su vida, como su legado, es breve. Murió
siendo joven. Inteligencia a la que, como a tantas, le faltó tiempo para
madurar, y pereció en el don de una promesa…
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