Poesía de
Miguel Arteche Salinas
ÍNDICE
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ÚLTIMA PRIMAVERA
La luz bajaba desde la colina.
El sonido de un tren, un paso que he perdido.
Juventud, herida de otro tiempo,
te alejas soñolienta
como una verde lámpara sepultada en la noche...
Algo silencioso
estaba junto a mí. La lluvia
penetraba los techos perfumados.
Juventud, perdiste tu campana antigua,
tu yelmo mágico,
tu vara transparente.
Ésta es mi habitación. Ésta tu llama.
Éste el vestido. Ésta tu cintura.
"Tu nombre", dijiste, "se ha perdido en la sombra.
Búscalo más allá, detrás de las colinas".
Era yo el que cantaba.
Nadie ha de saciar nuestro encuentro perdido.
Me perdí en el bosque. Partiste a los canales.
La luz bajaba desde la colina.
COMIENZO
El jardín se ha posado en mi jardín.
Toda su galaxia resplandece a medianoche.
Los árboles destellan, las flores fulgen.
Tiene el césped una tersura de nimbo.
Bajan los Transparentes
y de sus cuerpos surgen peldaños de escala.
Los Radiantes me llaman con sus cristales.
Mis años descienden en el cáliz de un instante.
Los Centelleantes me han rodeado
y me tienden sus ojos de oro.
El amor es una paloma de fuego que elevan.
Por fin llegaron.
DAMA
Esta dama sin cara ni camisa,
alta de cuello, suave de cintura,
tiene todo el temblor de la hermosura
que el tiempo oculta y el amor desliza.
Esta dama que viene de la brisa
y el rango lleva de su propia altura,
tiene ese no sé qué de la ternura
de una dama sin fin, bella y precisa.
Aunque esta dama nunca duerma en cama
parece dama sin que sea dama
y domina desnuda el mundo entero.
Esta dama perdona y no perdona.
Y para eso luce una corona
esta dama que reina en el tablero.
LA NIÑA DE LA OSCURIDAD
A mi hermana muerta
La niña de la oscuridad,
la niña que tiene el rostro en la oscuridad
de los jardines sombríos:
en donde llueve y nadie sabe
o solo sabe que la niña lleva
la mitad de su rostro,
la mitad de sus ojos:
.........la niña
de la oscuridad,
volado el rostro,
el rostro en sangre que derrama
sobre las flores: la niña que me llama
sobre la lluvia que no cae,
en su mitad perdida,
en los jardines sombríos de la tierra.
HAY HOMBRES QUE NUNCA PARTIRÁN
Hay hombres que nunca partirán,
y se les ve en los ojos,
pues uno recuerda sus ojos muchos años después de que han
partido.
Pueden estar lejanos,
pueden aparecer a medianoche
(si están muertos)
y jugar a que viven.
Pero siempre, con la desolación de su ausencia,
uno comprende que no han vivido en vano,
y que su esperanza
es la única esperanza digna de ser vivida.
Y los hombres que nunca partirán
suelen no aparecer en los periódicos,
no se habla de ellos en las radios,
su imagen no gesticula en la televisión:
no son gente importante,
no circulan entre las altas esferas.
........Son aquellos
que aceptaron el sufrimiento
y lo hicieron suyo para la salvación de otros hombres
sin decir una sola palabra:
pero dejaron abiertos, bien abiertos sus ojos
para que nunca los olvidemos cuando ellos hayan partido.
RELACIÓN DE MEDIANOCHE
Si entras a esa casa, a medianoche,
si entras en ese mundo,
y sigiloso y en puntillas dejas
quietas las manos, con cuidado
no respiras, y si los ojos fijas
en una hoja de papel en blanco
por algunas semanas, y luego te desprendes,
aunque es difícil, de tu cuerpo,
o si lo dejas en los años que te quedan
por vivir, y nadie hay en la casa,
y nadie hay en el mundo de la casa:
verás que el cigarrillo enciende al fumador,
y el vino se bebe al embriagado,
y el libro lee a su lector,
y la chaqueta se viste de su dueño,
y el pan engulle a sus hambrientos, y el espejo
se mira en el azogue de la dama,
y de improviso se enciende una pared,
y asoma una cabeza, y la saludas,
o muy de súbito sale de tus hombros
el niño que serías, y lo besas,
o una mano en el aire arroja de improviso
abejas de oro sobre tu cabeza,
o ves llegar la madrugada
y te duermes
en otra casa, y en el sueño tratas
de buscar lo que has perdido:
ese mundo real que ya no tienes,
porque entraste en el mundo de los ojos irreales.
Salvo que entraras de nuevo en esa casa...
ESTE ES EL FIN DEL CRISTO ABANDONADO
Este es el fin del Cristo abandonado,
el fin de la lanzada, el clavo y el vinagre,
el nunca más de la Resurrección,
el siempre de la muerte en el Sepulcro,
el fin del pan que multiplica
la sangre, el fin del buen ladrón y Magdalena,
el fin del hombre Lázaro sin muerte.
Este es el fin del traidor en Judas,
del cobarde en tu Juan,
el fin de la ramera perdonada,
la huida en mercader y a latigazos,
el balbucear del rico que entra al cielo
cada cien mil años, y el sisear del pobre
descoyuntado a huesos por el rico.
Esta es la fuga a noches en el asno,
el apagarse de la estrella,
el reventar de los belenes, el estallido
de la pregunta que no dice
José de Arimatea.
Este es el fin
del centurión y de los lirios
del campo (mirad los lirios del campo, y Salomón con toda
su gloria no pudo alimentarlos).
Este es el fin: buscadme ahora,
decidme ahora que no sea
el fin de la Palabra
(en el principio la Palabra, en el principio
las tinieblas que jamás,
se van), y el río que a los mares
se va, según el Cristo, y el Cristo no regresa:
se va, se fue: lo dejo escrito
a ver si no es el fin, a ver si en esta noche
Tú no me has abandonado.
VAGABUNDOS EN LA NOCHE
Te llama el sur esta noche, te llama como nunca
el corazón secreto de la lluvia, te llama un perfume
dejado en la distancia y que regresa ahora.
¿Hay algo para el cuerpo que espera con nostalgia,
algo para su sed, para el canto que escapa;
hay algo, viene algo por el cielo, no oculta la cordillera
nuestra pregunta insomne, no guarda su pecho oscuro
la respuesta a ese tiempo que desde el mar avanza?
¿Es eso lo que recuerdas, es ese ser oculto que por las calles
canta,
es ese vagabundo que duerme en la basura,
con los zapatos rotos y la cara hacia el cielo,
en una horrible mueca?
¿Es eso lo que recuerdas, es eso que por las ramas
insiste en la primavera:
la joven esposa muerta, la huella de los hombres
en el parque mojado? ¿Era eso en la noche,
eran las luces secas de brillos petrificados
en las calles del lujo?
Para ti, tierra, las vidas de los hombres solitarios,
los niños harapientos jugando entre la lluvia,
los nombres, las fechas y las personas muertas;
para ti las tormentas, las colinas purpúreas,
las castañas en duros zurrones afilados,
las lámparas en grandes
habitaciones, los vientos,
los vientos sobre plazas desiertas,
mientras las hojas secas en el sediento asfalto
acumulan la futura lluvia que aparece.
Es cierto: porque cuando pasas sobre la noche;
cuando, sigilosamente, aparece la lluvia,
y recuerdo los seres que pasaron,
el calor de unas sienes doradas por el vino;
cuando cruza el otoño -rojo de furia triste-
por semáforos, autobuses, tiernas escalinatas,
¿hay algo en esa cara que interroga hacia el aire
de un día que soporta otro día lejano?
Para aquéllos las luces llenas de terciopelo,
las sibilinas voces de perfumes, las vagas
promesas de placer en cálidos recintos;
para ellos las noches de promesas ocultas,
las estampas de un invierno pasado,
el entierro lejano, el humo
sobre el parque. Papeles enloquecidos
caen hacia un otoño rabioso que se acerca.
Están sobre los puentes acumulando angustia,
el agua tiene secos reflejos afiebrados,
sus ojos se adormecen, fiebre y frío penetran
los ansiados retornos que por el río pasan.
¿Qué han perdido en las noches,
en la esquina poblada qué interrogan sus caras?
Hablan del mar cercano (el viento se estremece,
el viento cruza y pasa) y apretados esperan
un ayer imposible para un futuro incierto.
Tierra, tierra sobre deseos, sobre puentes y ramas,
sobre arenas desiertas, sobre pasos que mueren,
¿qué buscas, qué esperas
para alcanzar un rostro, un harapo, una mano quemada
por la moneda avara? ¿Es que esperas sus muertes
en la noche, sólo sus vidas hoscas
consumidas sin haber conocido
el hueco de un calor,
el sueño sin temores, el alba
por fin mágica y buena?
TIERRA AUSENTE, NO HAS DE VOLVER JAMÁS
Por eso, cuando el vientre sinuoso del alcohol te rodea;
cuando las luces de las calles resbalan por tus ojos
como extrañas bocas planetarias;
cuando -con los puños ardientes- preguntas por el pasado que te
escupe las entrañas,
tú escuchas, bajo el eterno
y solitario corazón de la noche,
el respirar, la angustia, las historias anónimas
de millares de cuerpos ya desvanecidos
bajo embelesos negros y el incansable
sueño del tiempo que hunde sus cinturas heladas.
¡Si pudiéramos volver, si en los amargos grumos de la noche
oyéramos el incesante rumor distanciado
del tren que avanza al sur! ¡Si fueses tú el que vuelve,
en la inminencia fría de nieve melancólica,
sin nada más! Pero ¿por qué el regreso,
para qué ese silencio de otras caras marchitas
que han de mirar sin conocerte? Preguntarás en vano,
porque eres un extranjero en el hogar de arena
que elegiste. Dirán con gestos de cansancio:
¿Quién es este que vuelve encallecido?
Y ahora recuerdas el regreso de la vieja tormenta que sacude la
casa.
Sientes la jubilosa garganta de la tierra
en octubre encantado, cerca de los volcanes.
Oyes la voz helada, las funerales sílabas
del padre tenebroso que nunca conociste.
Recuerdas unos inmensos ojos de ternura inclinados
al borde de tu noche. Y la tormenta oscura
-que muerde, temblorosa, la casa desierta-
vuelve a inundar las piezas solitarias.
Aparece en el cielo el incendio de los bosques;
las cenizas cubren la provincia. En la mañana
te despiertas y escuchas las campanadas
de la lluvia y el violento
golpe de las ciruelas al caer en el suelo.
Oyes que los vecinos comentan, sigilosos,
los recientes temblores, y un hálito de brujos
corrobora sus voces. De improviso, y gloriosa,
ves surgir la mañana -rápida, limpia, fría-
sobre el azul secreto del lago, y en sensuales
sábanas desperezas tus miembros recordando
la herida del amor y de la amante.
¡Oh, vuelve,
vuelve, mágica noche, si abrazados rodamos
por un espacio tibio! ¡Mágica noche tuya
y del amor, ya nunca ha de caer tu tierra
rota con hachas asesinas! ¡Ya nunca, oscura boca,
has de volver a destrozar olvidos,
mientras el tiempo oscuro te trae, silencioso
-en esta habitación que el Guadarrama mira-,
reunidos recuerdos! ¿No escuchaste en la noche
la voz del pájaro maligno perdido entre los bosques,
no sentiste el brutal desgarrón de la sangre
en cierta primavera, cuando te despertabas solo
y un tibio resonar de inmortales promesas
y deseos te mordían en el lecho?
Y ahora sólo el sueño
y la ausencia del tiempo tiemblan en tu garganta.
La prodigiosa, insondable, luz de Castilla surge,
brota desde la tarde y sin embargo vuelves
las memorias a inmensas cordilleras de nieve.
¡Oh días de promesas solitarias sin nombre
junto a la lasciva nieve, mientras la rata muerta
del silencio se alzaba desde la cordillera!
¡Oh retorno imposible de la amante escondida
que sepultada yace buscando unas raíces!
Oyes las voces de muchachos que vuelven
de un verano marino y un letargo de arenas.
¡Oh, gira, gira, noche!,
¿no estás tranquila, no esperas nada
de todo lo que duerme detrás de aquellos pasos
sembrados en tu pecho? Y algo se mueve ahora
en la noche y recorre los corazones yertos,
y algo grita en salvaje, desconocido llanto,
el lenguaje de oscuras profecías. Y sientes la madrugada,
la inevitable y gloriosa y desierta madrugada.
¡Oh tierra, tierra ausente, no has de volver jamás!
LOS DÍAS QUE LA AUSENCIA HA DEVORADO
Nunca olvidarás la calle bajo la luz extraña
de septiembre, una tarde; no olvidarás
olores del café que dormía en la taza,
pero tal vez olvides algo, tal vez se ausente algo.
Y ahora sólo escucho el sonido de la noche
que cae de la playa, y no hay nadie,
nadie que te recuerde, nadie
sino los vientos
marítimos, las voces de los niños, y el perro
que duerme todo el día como espejo aburrido,
nadie sino el azul dormido por la playa.
Entonces la penumbra rodeaba los sillones
y desde alguna parte la música subía,
la música mojaba tu ardiente corazón,
y desde alguna parte, desde una parte gloriosa,
tu voz que conversaba derramaba los días
futuros de nuestras vidas, acentuando, invisible,
lo que apenas pensaba la memoria lejana.
Compañero presente, no queda nada
sino el silencio de la casa,
los días que el amor ha devorado,
tu rostro que brilla en las paredes
acentuando la nostálgica luz de la luna,
los pasos que acercaron su carga de deseos
hacia el río desierto; y sólo el eco
de esas largas conversaciones rotas
en la orgullosa y perdida tarde final de un año,
las palabras llenas de alcohol bailando
delante de nuestros ojos; es decir, queda un nombre
que recorrió veredas sucias, pobres, tiznadas
por la luz de un crepúsculo;
y ahora, compañero, las mañanas ansiosas
de estudio interrumpido caen entre mis manos
y desde el parque viene la bocanada amarga
de aquello que responde sólo a un pasado muerto.
Abrid, abrid las puertas silenciosas
que el tiempo no ha tocado; dejad que entren los cuerpos
a ocupar su lugar; dejad que el lecho curve
un arco distendido de pieles ardorosas;
dejad que alguien devore los días. Sólo queda
en la casa de antaño un viento que recorre
cuerpos aletargados: un viento que levanta
días donde las ciénagas reciben cuerpos muertos,
días que retroceden del día que dejaron,
días que sostenían una nueva estela,
una burbuja apenas
sobre el agua callada que alguien bebiera solo.
LA TIERRA NUEVA
Océano en la noche.
...............................Parece que es un ruido
de voces ignoradas; las flores de la espuma
desaparecen; se hunden los pétalos salados;
las hojas crecen blancas hacia la muerte.
........................................................Fría
luna se mueve, llama.
..............................En esta enorme tierra
todo parece mar: y hay gritos en las islas:
despedazados signos de volcanes: ciudades
fantasmales, risibles -tan pronto levantadas
al soplo matemático del martillo perpetuo,
tan pronto amenazadas por los huesos ruinosos
del cemento-: aceros aplastados, mordidos
por los truenos de rocas y temblores: cimientos
vasallos, derrotados por la sal que carcome
las playas, inestables babeles irrisorias.
Bajo la vasta noche americana un hálito
de cenizas agónicas vuela sobre los hombres
marcando sus gargantas.
...................En tinieblas de nuevo
siento voces marinas.
.............................Trepa el agua a mi boca.
Sobre el pan sopla el Ojo; las mareas del sueño
dejan llover la luna en las habitaciones
de la nieve y los páramos, en los bosques sombríos
de los lechos.
..................Descansan las frentes solitarias
construyendo futuros sin pasados.
..................................................Las telas
lunares cubren muertos; la maraña que teje
el planeta desciende con los ríos bermejos
de las vidas fugaces.
..................................¡Sopla, llave nocturnal!;
¡fluye, llanto del año!; ¡azota, voz, las costas!;
¡tenuemente recorre, sueño, todos los ojos!:
¡llave, llanto, marea del sueño, 1uz insomne
corren bajo los cielos de América y se hunden
en la terrible mano que no tiene principio!
¡Te, buscamos, enorme silencio de los panes
y del vino marcado, cuando solos vagamos
en las calles de otoño, tras las huellas de junio!;
¡te buscamos, partimos a los barcos lejanos!
¿Dónde, en qué parte tu rostro aparecía?:
¿cuándo, cómo pedimos por el agua fulgente,
por tu amor, por tus ojos?
.........................Tú eres ese silencio
que en la noche se escucha pero que nadie oye:
y tú palabra cae muda bajo los cielos
dilatados. Algunos desterrados te hallaron
porque buscaron algo que amar: y era un principio
para entender tus voces.
.........................¡Y así subieron solos!
Fría luna se mueve, desciende en las corrientes,
roza, se alza, sumerge su rostro. Tiembla sola
una lágrima ingente de suelo ensangrentado.
El Árbol está lleno de sangre: sus raíces
sólo sacan arroyos moribundos. Los dedos
lunares iluminan las ramas cenicientas
que se mueven terriblemente solas. El viento
sopla muerto y retorna. Y mientras todos duermen
el amor agoniza en el Árbol. Entonces
con insolencia negra el agua delirante
movió del mar las valvas, la vastedad que el tiempo
explora entre las playas de este rincón del mundo.
Los sonidos lejanos de cuernos neblinosos
bajaron a las rocas. ¿Fuimos creados sólo
para un día? ¿Avanzamos en la noche cantando
para un día tan sólo? ¡Es el rincón extremo
el que nos llama, gritar, es un eco impetuoso,
una boca que arroja la palabra, la sílaba,
sin encontrar respuesta!
..................................¿Cuándo fuimos nosotros,
cuándo fuimos entonces, en el ayer?
..................................................De ayer
a hoy pasan mil años y mil años se hunden
en el oscuro pozo de un instante.
...............................................Las vidas
tienen en nuestras costas ancianidad de tiempo
y eternidad de infancia: y en el presente somos
hijos, frutos sin padre perdidos en las costas
rocosas del Pacífico.
.....................................Diariamente morimos
moviéndonos, viviéndonos en esta tierra donde
todo es extraño y solo.
........................................Todo lo que sabemos
de tu matriz es esto: recuerdos de un momento
en que te conocimos, y desde entonces otro
instante en que cambiaste y nos dejaste un rostro
distinto, nuevo. Entonces, ¿qué vamos a decirte,
si ya eres otra -¡otra!- cuando apenas comienzas
a ser?
..............El pestilente tremedal se coloca
entre nosotros para separarnos, dejarnos
solitarios, ajenos.
....................................Es otra noche: sombra
distinta en que no se abren ventanas, las bahías
con el batir del ala rutilante.
.............................................Es el vaho
mefítico.
.................Lejanos los alientos destruyen
las nubes derrotadas.
....................................Del pantano profundo
arriban los insectos; los élitros fulguran
con tonos espectrales; palúdicas espaldas
se agitan en el limo cargando las monedas;
garras cruzan sombrías arañando la orilla
de la selva, el desierto, la sabana, la pampa;
dientes furiosos muerden los témpanos antárticos.
Es la legión sin número. Sobre el pantano un hálito
caliente envía miasmas sobre las caras hoscas.
Llueve de nuevo. Llueve.
.....................................Siento un hueco en el año.
Duermen todos; descansan las frentes.
..........................................................Y el planeta
camina oscuramente, trabaja en la penumbra.
El río americano fluye extraño a los mares
que ignora.
.....................Sobre el cielo viene ahora el silencio:
confusamente nace por todos los principios
de la tierra; es el mismo que arderá hasta que estalle
la copa de la nieve por la mano del fuego.
Así fue descubierta tu matriz; la primera
bandera fue clavada con terrible silencio.
El Atlántico espera las proas.
.................................................En las calles
de Europa indiferentes, desamparado estabas,
desvalido, insultado; y aquí entonces supiste
-para ti, ¡oh viajero!, para ti, ¡oh encontrado!-
que en tu lengua traías la derrota destierro
de la muerte, y alzabas las manos temblorosas
de la Reina. ¡trajiste la palabra y los peces,
y con ellos quitaste, dividiste la muerte,
desatando el sepulcro encadenado.
..................................................Luego
llegaron otros. Pero no fue todo cumplido.
Solloza el río. Llora. No duerme nadie, nadie.
En la orilla hay monedas de búfalos plateados
que beben lentamente las aguas desoladas.
A veces la Paloma se paraba en los valles
sanguinolentos, hoscos; a veces ascendía
jubilosa hacia el Arbol.
................................Dos lágrimas nacieron
de su sollozo. Palas cavaron.
..............................................En la noche
pasa el mar. No es la sal: es un ruido de llantos
y de puertas que cierran violentamente. ¡Gritos
pueblan el suelo!
...........................¡Se oye caer la sangre!
..........................................................¡Plata
de yataganes se hunde en la garganta anónima!;
¡el oro rueda insomne sobre la mano nueva!;
¡se abren ciudades muertas!; ¡sangra el tráfico oscuro!;
¡colocan en los mapas las muertes y las vidas!;
¡catalogan, registran!; ¡un aliento de máquinas
cruza el cielo de fuego destruyendo las calles!
¡Huid, huid, avaros, el tiempo está en peligro,
llorad en las miserias que os amenazan: toda
vuestra riqueza gime comida del orín!;
¡por la polilla caen vuestros vestidos!;
¡los segadores gritan y el grito llega al cielo!
¡Huid a las montañas: el fuego viene!
................................................................Oigo
el mar en la distancia. Son las alas sulfúreas;
se preparan los rostros bestiales, y los sacos
de oro vuelan furiosos sobre las calles nuevas.
¡Cayó el amor: el Arbol se estremece en la noche!:
¡se derrumba el costado en los hombros del mundo!:
¡qué gran desierto negro, qué montaña purpúrea
para el amor, qué trazo de ternura arrojado
en el pozo de estiércol!, ¡qué ausencia de las alas!,
¡qué nacimiento lúgubre de un sueño descubierto
a la vejez del tiempo!
..............................Canta el río.
................................................De nuevo
las puertas de raíces se movieron; las manos
de los muertos -abuelos de las semillas hoscas
del nuevo continente, de la nube y el trueno-
asomaron pidiendo el fin del enemigo.
El viento sopla frío y soledad: mareas
cubren muertos, fugaces vidas bajo los ríos.
¡Te buscamos, inmenso silencio de los trigos,
en las calles perdidas, tras los bancos helados!;
¡te buscaron, partieron a los pozos lejanos!
¡Y así subían solos!
.............................Llueve desde la ausencia.
El Árbol tiembla enorme bajo la lluvia; nubes
amenazantes borran el horizonte frío.
Sólo hay sed y abandono.
....................................No duerme nadie, nadie.
¡Clavan, clavan aullando, danzan enloquecidos
alrededor del Árbol, escupen de los dientes
los cenicientos viernes!
....................................¡Clavan, clavan el beso
de la ternura!
...................Sangre.
................................Sólo hay sed y abandono,
y sed abandonada. No duerme nadie. Nadie.
El mundo está desierto. Rueda el mar.
..........................................................En el Árbol
se oye girar la muerte.
...........................................Un diente negro roe
los cimientos del polvo.
....................................Desde el fondo del tiempo
oigo toda la noche caer sobre la tierra.
EL REGRESO
El viento trae arenas, pero en la arena viene
escondida la nueva semilla de la sangre.
El invierno infinito pasó sobre nosotros.
En la altura los filos de la nieve perdieron
su transparencia aguda, sus varas de furores,
y penetró en la roca la mañana.
...............................................Pupilas
rodaron jubilosas. Trajo el beso de ese año
olor de amor, ¿recuerdas?, y las islas estaban
cubiertas por la lluvia.
.............................Nunca sabe uno en dónde
encontrará la puerta, nunca sabe si el viento
sopla desde los huesos o viene hacia los últimos
aposentos huraños de los huesos marchitos:
uno sólo pregunta en dónde nace; se oye
soplar, gemir; se mueve entre las manos; sube
hasta los ojos; taja los vértices del sueño,
y luego escapa solo.
.............................Nunca sabe uno en dónde
encontrará la puerta: mas cuando ya está cerca,
uno toca asombrado las ígneas llaves: toma
todo el largo camino -¡la sal, el pan,
el corazón oscuro del pasado, los ídolos
acurrucados, negros, la estación de los huesos,
los idos para siempre!... - y ve que la mañana
gloriosa se alza, mueve las ramas vigorosas
de los árboles nuevos, y fulmínea arremete
contra los campos.
.........................Solos, bajo el azul henchido
contemplamos el valle silencioso.
..................................................Cansados
nos detuvimos.
...........................Todos los brotes parecían
aguardar la llegada del nacimiento.
....................................................¡Mundos
extendidos, lejanos!, ¡centelleantes corrientes!;
¡morosos animales recibían la tibia
resonancia de soles!; ¡la tierra adelantaba
el sonido perfecto de la estación!
................................................¡Oh espacio
núbil, nuevo del cielo!
.............................¡Sobre los cuerpos, árboles
que aguardaban los sellos!
..................................¡Oh valle extenso y solo,
cuánto te recordamos en el desierto, cuántas
veces te recorrimos, cuántas veces te odiamos
bajo la lluvia negra!
....................................Los dos miramos.
..............................................................Solos
descendimos cantando. Todo el aire se hundía
en nuestros pechos.
.................................Trajo el viento hacia los dedos
las semillas que luego metidas en la muerte
surgirán en alguna madrugada terrible,
y espadas luminosas volaron sobre el cielo
hendido. Nadie.
...........................Solos entramos en las calles;
vimos surgir entonces las furiosas raíces,
y zumbaron las alas, los ojos membranosos;
las pezuñas golpearon los techos.
.....................................................¡Ay ciudad
sitiada por los peces y los gélidos hombros
de las rocas!
.....................¡Murmullos de voces sigilosas
roían los umbrales!
......................En las plazas desiertas
vacíos trajes vimos con vacíos señores
que buscaban, a ciegas, ese estrecho y sombrío
pasadizo que corre de un cuerpo a otro cuerpo.
¡Oh muro ennegrecido!
..................................Llovió sobre la tarde:
combada en pétreo filo entró la noche.
.........................................................¡Muros
solos del parto, muros poblados de la tumba!
¡Paredes llenas de ojos felinos!
..............................................Nadie.
.........................................................Llueve
inmensamente. Toda la oscuridad penetra
entre las calles, muerde, astilla las ventanas;
esteros sucios tragan tinieblas.
.............................................Llueve.
........................................................Llegan
voces, las olas braman trayendo negros truenos,
devorando las costas.
.........................¿Dónde entrar?, ¿dónde entraron?
Los oficios se han ido, los nombres brillan solos
sobre el bronce, las copas se llenan de agua -¿dónde
están?-, el agua arrastra los trabajos, la tinta
y el tiempo de los verbos.
.........................................¡Oh lluvia: limpia, lava
los cimientos del polvo!; ¡oh lluvia: criba el tuétano
de la edad: bate, bate!
..................................La calle se estremece.
¡Vamos a volver, vamos a regresar!
............................................................¡No vamos
a regresar!
...............El viento sopla un amanecer.
Detrás de las columnas del mundo se levantan
las puertas poderosas.
...................................El agua estaba cerca
del horizonte: toda la lluvia sube al cielo.
¡Ay madrugada: vienes, no tan pronto, tan pronto
sobre nosotros; llegas interminable; subes
al trono incandescente de la nube; caminas
sobre el fuego del Ojo! ¡La inminencia, inminencia
de las copas que vuelan por el aire!, ¡vendimias
de la cólera!: vienes, madrugada, tan pronto
sobre el lagar oscuro de la ira.
.............................................¡Despiertas
en medio de la noche que termina: te llaman
con los escalofríos porque alguien está ahí,
porque alguien ya te lleva, te arrastra hacia otra parte
oscura, tenebrosa!
...................................¡Oh madrugada, deja
tu sello inmarcesible sobre nosotros!
.........................................................¡Toda
la mañana arrebata las últimas esquirlas
de la sombra, dispersa todas las formaciones
del polvo muerto, cae en los rincones verdes
de la planta, ilumina los trigos inmortales
de la sabiduría!
..........................¡Se cierran los cerrojos
del abismo!; ¡murmullos antifonales ruedan
en el azul!; ¡se encienden las paredes altísimas
en las habitaciones del sol!
..........................................De la distancia
rueda un silbido apenas, ¡el llamado atraviesa
los látigos lejanos del pasado!
..............................................Y el año
corre, avanza.
....................Por eso corremos en la tarde,
mientras tocan campanas debajo de los muertos,
y el mundo está cambiando, y en los huesos nos canta
un murmullo.
.......................¡Raíces rodean la alta roca!,
¡los árboles inundan la mañana esplendente!,
¡el torbellino silba las nubes que se cierran
y un vértigo de cascos atraviesa los filos
del horizonte!, ¡suben los humos!
..................................................¡Árbol, panes
para lavar tristeza!
.............................Despiertos esperamos
todo el amor, la gloria terrible de los besos
inmortales.
.................¡Oh muerte!, ¿dónde está tu victoria,
el aguijón perenne?
.............................Cantamos.
.............................................Toda el agua
cayó sobre nosotros.
...............................¡Oh corazón, oh Roca
en que se apoya el mundo!, ¡oh fuente nueva, tiende,
tu corazón encima del granito flamígero!;
¡el aceite encendido desciende desde el Arbol!:
¡manan panes!
..........................¡Oh Piedra!, ¡oh roca majestuosa!;
¡sobre tus fundamentos tú sostienes el mundo!
LA ASCENSIÓN
El viento arrastra al mar las arenas y escapa.
Fue en el verano viejo. Las raíces y el sueño
cubrieron ya los cuerpos enterrados. Entonces
vino otra vez el viento. Luego fue la partida.
Los imperiales fuegos devoraban terrones,
arañaban las bocas troqueladas en tiempo.
La invencible mañana: las fuentes del estío:
la vastedad de piedra dilatada: el silencio
de la tierra: y el júbilo de aquella madrugada.
El aire nos talaba y adelantó las ruedas.
En ti nos recogimos, rayo extenso del águila
sentada en el extremo del mundo. Tren pequeño:
el continente entero respiraba en tu espalda.
Entonces nos llevaste. De dos en dos subimos.
Te mirabas. Reías. Cantó el verano. Nadie.
Atrás dejamos todo, y lo perdimos todo:
la pesadez del ojo bajo el azul caliente
de la mañana; el húmedo restallar de los labios;
tus cabellos tejidos; el anillo de llamas
mordido en la cintura; los días, esas manos
sobre amarillos ramos; esas voces sumidas
por la grandiosa roca del año.
.............................................Así viajamos.
El mediodía estaba desprendido en la altura.
Y subimos. ¡Y el viento! ¡El granito! ¡El silencio
del aire! Nosotros cuatro juntos.
Y ya no somos. Fuimos. ¿Y serenos, recuerdas?
Todavía en la sombra brilla alguna mirada
fosforescente, vuelve todavía el pasado.
Lo terrible no es eso. Cuando se cumple el tiempo
de los viejos, y un niño renace de esa muerte,
y está todo en el término que fuera señalado:
sólo hay un hueco, un hijo de la tierra, una cifra
para este mundo seco. Pero nosotros, ¿dónde
cumpliremos los meses que olvidamos un día?
Hace falta ser viejo para entrar en la muerte,
y entonces sólo había cuatro rostros perdidos.
Y ascendimos. ¡La brisa! ¡El escollo! ¡El silencio
terrible de la noche combada en pétreo filo!
Y subimos. Y estaba toda la gran altura
quemándose en la curva del espacio. Buscamos
toda esa noche el río. Y cuando estuvo cerca:
nos miramos los rostros sin encontrar los ojos;
nos vimos separados por una luz extraña.
No hay regreso; hay partida de regreso: hay lugares
para ver el pasado -en la fotografía
amarilla, en la lluvia del adiós, en el cuerpo
besado-: y hay momentos para tomar las llaves
y arrojarlas al vado tenebroso, al bramido
de la ola y el trueno. Pero el tiempo más duro
es el que nos impide seguir en el camino.
Entonces nos cantaron las voces sigilosas,
nos vimos separados por esa luz extraña.
Y era un frío, ¿no es cierto?, y era un torrente helado,
mi amor, ¿ya no recuerdas?, ¿no es verdad que temblaste
bajo la inmensa tela de tinieblas? Y el río
sonaba en su pequeño pulso de agua escondida.
Temblando sumergimos los cuerpos largamente
desnudos, solitarios. Pensé en la casa entonces:
pensé en el viaje muerto y en el muerto que fuimos:
recordé la partida del barco: el golpe
de Castilla y el polvo
de España dividido por los antepasados.
Volví a escuchar sonidos de mis pasos: estaban
las cartas que fluían sobre el hueco del tiempo.
Ya no soy y eso he sido. Nuestras vidas: perdidas.
Pero algo enseña siempre la carrera del año.
Ninguno de nosotros podrá ser lo que ha sido.
A lo más tendrá ausencia, si es que puede pensarla
cuando llegue la tarde con la vejez de silla.
Todo será palabra referida a palabra:
miedo, rabia en la tarde, temor del viejo que oye
llegar la tarde: sombra, locura que aparenta
indiferencia: frío del polvo justiciero.
¿Y estaremos entonces para decir lo escrito?
¿Qué ha sido de nosotros? Tantos idos por siempre,...
ignorados los nombres..., las manos... y los ojos.
Sin ser, sin estar siendo, a pesar de que fuimos.
Sumergirnos temblando los cuerpos y esperamos
siete días al borde de la corriente: cartas
llegaron. Luego: alguna. Luego: la carta noche.
El puente estaba roto: la marca derrumbada
del granito pesaba sobre nuestras espaldas.
No podemos volvernos. Tal vez ya no podemos
volvernos. No pudimos volvernos. ¿Y a qué altura
sacamos nuestros panes y extendimos las mantas?:
"Es la hora del hambre, pues suenan ya los timbres
del hambre. Y dime entonces: ¿Ya ha llegado? ¿No es cierto?
Y dime -no te vayas-, ¿es que sabes la hora
en esta altura donde los relojes se paran?"
La fuerza de la luna sujetaba los ojos:
el gran rostro magnético del espacio: la estrella
oteando, traidora, los cuerpos ensañados:
el aliento de escarcha de las piedras inmóviles:
la quietud espantosa de estar algo aguardando:
y azul, azul profundo: profundo azul oscuro
más profundo: insondable: y negro azul y negro
volviéndose infinito: y la luna más negra
y el espacio y la estrella negreándose, negreándose.
Y vino el frío oscuro... Pero en la noche oímos
respirar suavemente. Una, dos, tres estrellas
brillaron en el pecho del sur... voces ignotas
gritaron nuestros nombres... Levantamos los rostros.
El agua estaba cerca. Subió la luz de nuevo
cantando: jubilosa entró en nuestras pupilas,
y cuando nos llamaron, entramos en las aguas
de fuego y esperanza. Sobre la madrugada
creció el Arbol inmenso. Y encima de sus ramas
temblando vimos toda la eternidad del mundo.
CANCION DEL RÍO INDIFERENTE
Cuando las soledades metálicas de las ruedas hicieron
vibrar tu cabeza rasgada por estrellas
-rápido, señorial, antiguo,
inmutable, prisionero por las islas de arena-,
reposaste fluyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando la punta yerta de la flecha se hundió en tierra,
y el cuerpo sigiloso del conquistador, vencido, cayó en tierra
haciéndose igualmente hueso: tú entrabas en el mar,
te detenías huyendo, en la noche, en la muerte.
Cuando todo sea olvidado (porque todo será olvidado);
cuando no recordemos quiénes fuimos bajo ese árbol que ha de ser
una mesa,
y cuando la mesa se transforme en el fuego,
y cuando todo se restituya en ti -¡oh madre tierra!-, en tu terrón
amargo:
tú fluirás cantando, seguramente cantando
en la noche, en la muerte.
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