Poemas de José Martí

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ÍNDICE
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Cultivo una Rosa Blanca Versos Sencillos
Homomagno Yugo y Estrella
Amor de Ciudad Grande Principe Enano
Musa Traviesa Penachos Vívidos
Versos Libres Canto de Otoño
La Niña de Guatemala


Cultivo una Rosa Blanca

Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.


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Versos Sencillos

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez –en la reja,
A la entrada de la viña.—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: --cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
  
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, --es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla, y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,--
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.


V

Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
 
X

El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí!
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz,
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombre la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es un rosa la boca:
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...
Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca a su rincón,
El alma trémula y sola!
  
XI

Yo tengo un paje muy fiel
Que me cuida y que me gruñe,
Y al salir, me limpia y bruñe
Mi corona de laurel.
Yo tengo un paje ejemplar
Que no come, que no duerme,
Y que se acurruca a verme
Trabajar, y sollozar.
Salgo, y el vil se desliza
Y en mi bolsillo aparece;
Vuelvo, y el terco me ofrece
Una taza de ceniza.
Si duermo, al rayar el día
Se sienta junto a mi cama:
Si escribo, sangre derrama
Mi paje en la escribanía.
Mi paje, hombre de respeto,
Al andar castañetea:
Hiela mi paje, y chispea:
Mi paje es un esqueleto.
  
XVIII

Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, "tumba":
"Eva" dice: todo es "Eva".
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado;
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silva, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!
 
XII

Estoy en el baile extraño
De polaina y casaquín
Que dan, del año hacia el fin,
Los cazadores del año.
Una duquesa violeta
Va con un frac colorado:
Marca un vizconde pintado
El tiempo en la pandereta.
Y pasan las chupas rojas;
Pasan los tules de fuego,
Como delante de un ciego
Pasan volando las hojas.
  
XLV

Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!:
Mudo, les beso la mano.
Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: lloroso
Me abrazo a un mármol: "Oh mármol,
Dicen que beben tus hijos
Su propia sangre en las copas
Venenosas de sus dueños!
Que hablan la lengua podrida
De sus rufianes! que comen
Juntos el pan del oprobio,
En la mesa ensangrentada!!
Que pierden en lengua inútil
El último fuego!: ¡dicen,
Oh mármol, mármol dormido,
Que ya se ha muerto tu raza!"
Échame en tierra de un bote
El héroe que abrazo: me ase
Del cuello: barre la tierra
Con mi cabeza: levanta
El brazo, ¡el brazo le luce
Lo mismo que un sol!: resuena
La piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: del soclo
Saltan los hombres de mármol!
 
XLVI

Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
Tú me sufres, tú aposentas
En tu regazo amoroso,
Todo mi ardor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.
  
Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
En cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti te desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;
Porque mis penas arrojo
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,
Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte.
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
A donde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!

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La Niña de Guatemala


Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

...Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

...Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!


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Homomagno

Homomagno sin ventura
La hirsuta y retostada cabellera
Con sus pálidas manos se mesaba.
"Máscara soy, mentira soy, decía;
Estas carnes y formas, estas barbas
Y rostro, estas memorias de la bestia,
Que como silla a lomo de caballo
Sobre el alma oprimida echan y ajustan,
Por el rayo de luz que el alma mía
En la sombra entrevé, - no son Homomagno!
 
Mis ojos sólo; los mis caros ojos,
Que me revelan mi disfraz, son míos:
Queman, me queman, nuca duermen, oran,
Y en mi rostro los siento y en el cielo,
Y le cuentan de mí, y a mí de él cuentan.
Por qué, por qué, para cargar en ellos
Un grano ruin de alpiste mal trojado
Talló el Creador mis colosales hombros?
Ando, pregunto, ruinas y cimientos
Vuelco y sacudo, a delirantes sorbos
En la Creación, la madre de mil pechos,
Las fuentes todas de la visa aspiro:
Muerdo, atormento, beso las calladas
Manos de piedra que glpeo.
Con demencia amorosa su invisible
Cabeza con las secas manos mías
Acaricio y destrenzo: por la tierra
Me tiendo compungido y los confusos
Pies, con mi llanto baño y con kis besos.
Y en medio de la noche, palpitante,
Con mis voraces ojos en el cráneo
Y en sus órbitas anchas encendidos,
Trémulo, en mí plegado, hambriento espero,
Por si al próximo sol respuestas vienen;
Y a cada nueva luz –de igual enjuto
Modo, y ruin, la vida me aparece,
Como gota de leche que en cansado
Pezón, al terco ordeño, titubea,-
Como carga de hormiga,- como taza
De agua añeja en la jaula de un jilguero.-"
 
Remordidas y rotas, ramos de uvas
Estrujadas y negras, las ardientes
Manos del triste Homomagno parecían!
 
Y la tierra en silencio, y una hermosa
Voz de mi corazón, me contestaron.
 
 
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Yugo y Estrella

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
-Flor de mi seno, Homomagno generoso,
De mí y de la creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es unyugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los eñores, duerme en paja
Calente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,-
La estrella como un manto, en luz lo envuelve
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!
Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que el puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.
 

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Amor de Ciudad Grande

De gorja son y rapidez los tiempos.
Corre cual luz la voz; en lata aguja,
Cual nave despeñada en sirte horrenda,
Húndese el rayo, y en ligera barca
El hombre, como alado, el aire hiende.
¿Así el amor, sin pompa ni misterio
Muere, apenas nacido., de saciado!
Jaula es la villa de palomas muertas
Y ávidos cazadores! Si los pechos
Se rompen de los hombres, y las carnes
Rotas por tierra ruedan, no han de verse
Dentro más que frutillas estrujadas!
Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
De los salones y als plazas; muere
La flor que nace. Aquella virgen
Trémula que antes a la muerte daba
La mano pura que a ignorado mozo;
El goce de temer: aquel salirse
Del pecho el corazón; el inefable
Placer de merecer; el grato susto
De caminar deprisa en derechura
Del hogar de la amada, y a sus puertas
Como un niño feliz romper en llanto;-
Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
Irse tiñiendo de color las rosas,-
Ea, que son patrañas! Pues ¿quién tiene
Tiempo de ser hidalgo? Bien que sienta
Cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
Dama gentil en casa de magnate!
O si se tiene sed, se alarga el brazo
Y a la copa que pasa se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
Y el hábil catador, - manchado el pecho
De una sangre invisible,- sigue alegre,
Coronado de mirtos, su camino!
No son los cuerpos ya sino desechos,
Y fosas, y jirones! Y las almas
No son como en el árbol fruta rica
En cuya blanda piel la almíbar dulce
En su sazón de maduresz rebosa,-
Sino fruta de plaza que a brutales
Golpes el rudo labradoe madura!
¿La edad es ésta de los labios secos!
De las noches sin sueño! De la vida
Estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
Que la ventura falta? Como liebre
Azorada, el espíritu se esconde,
Trémulo huyendo al cazador que ríe,
Cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
Y el deseo, de brazo de la fiebre,
Cual rico cazador recorre el soto.
¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena
De copas por vaciar, o huecas copas!
¡Tengo miedo ¡ay de mí! De que este vino
Tósigo sea, y en mis venas luego
Cual duende vengador los dientes clave!
¡Tengo sed,- más de un vino que en la tierra
No se sabe beber! ¡No he padecido
Bastante aún, para romper el muro
Que me aparta ¡oh dolor! De mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
De vinillos humanos, esos vasos
Donde el jugo de lirio a grandes sorbos
Sin compasión y sin temor se bebe!
Tomad! Yo soy honrado: y tengo miedo!

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Príncipe Enano
 
Para un príncipe enano !Venga mi caballero
Se hace esta fiesta. Por esta senda!
Tiene guedejas rubias, !Entrese mi tirano
Blandas guedejas; Por esta cueva!
Por sobre el hombro blanco Tal es, cuando a mis ojos
Luengas le cuelgan. Su imagen llega,
Sus dos ojos parecen Cual si en lóbrego antro
Estrellas negras: Pálida estrella
!Vuelan, brillan, palpitan, Con fulgores de ópalo
Relampaguean! Todo vistiera.
El para mí es corona, A su paso la sombra
Almohada, espuela. Matices muestra,
Mi mano, que así embrida Como al sol que las hiere
Potros y hienas, Las nubes negras.
Va, mansa y obediente, !Heme ya , puesto en armas,
Donde él la lleva. En la pelea!
Si el ceño frunce, temo; Quiere el príncipe enano
Si se me queja,- Que a luchar vuelva:
Cual de mujer, mi rostro !El para mí es corona,
Nieve se trueca: Almohada, espuela!
Su sangre, pues, anima Y como el sol, quebrando
Mis flacas venas: Las nubes negras,
!Con su gozo mi sangre En banda de colores
Se hincha, o se seca! La sombra trueca,-
Para un príncipe enano El, al tocarla, borda
Se hace esta fiesta. En la onda espesa,
Mi banda de batalla !Entrese mi tirano
Roja y violeta. Por esta cueva!
¿Con que mi dueño quiere !Déjeme que la vida
Que a vivir vuelva? A él, a él le ofrezca!
!Venga mi caballero Para un príncipe enano
Por esta senda! Se hace esta fiesta.
 
 
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Musa Traviesa
 
Mi musa? Es un diablillo Contándolo, me inunda
Con ala de ángel. Un gozo grave:-
!Ah, musilla traviesa, Y cual si el monte alegre,
Qué vuelo trae! Queriendo holgarse
Al alba enamorando
Yo suelo, caballero Con voces ágiles,
En sueños graves, Sus hilillos sonoros
Cabalgar horas luengas Desanudase,
Sobre los aires. Y salpicando riscos,
Me entro en nubes rosadas, Labrando esmaltes,
Bajo a hondos mares, Refrescando sedientas
Y en los senos eternos Cálidas cauces,
Hago viajes. Echáralos risueños
Allí asisto a la inmensa Por falda y valle, -
Boda inefable, Así, al alba del alma
Y en los talleres huelgo Regocijándose,
De la luz madre: Mi espíritu encendido
Y con ella es la oscura Me echa a raudales
Vida, radiante, Por las mejillas secas
Y a mis ojos los antros Lágrimas suaves.
Son nidos de ángeles! Me siento, cual si en magno
Al viajero del cielo Templo oficiase:
¿Qué el mundo frágil? Cual si mi alma por mirra
Pues, ¿no saben los hombres Virtiese al aire;
Qué encargo traen? Cual si en mi hombro surgieran
!Rasgarse el bravo pecho, Fuerzas de Atlante;
Vaciar su sangre, Cual si el sol en mi seno
Y andar, andar heridos La luz fraguase: -
Muy largo valle, !Y estallo, hiervo, vibro,
Roto el cuerpo en harapos, Alas me nacen!
Los pies en carne,
Hasta dar sonriendo Suavemente la puerta
-!No en tierra!- exánimes! Del cuarto se abre,
Y entonces sus talleres Y éntranse a él gozosos
La luz les abre, Luz, risas, aire.
Y ven lo que yo veo: Al par da el sol en mi alma
¿Qué el mundo frágil? Y en los cristales:
Seres hay de montaña, !Por la puerta se ha entrado
seres de valle, Mi diablo ángel!
Y seres de pantanos ¿Qué fue de aquellos sueños,
Y lodazales. De mi viaje,
Del papel amarillo,
De mis sueños desciendo, Del llanto suave?
Volando vanse, Cual si de mariposas
Y en papel amarillo Tras gran combate
Cuento el viaje. Volaran alas de oro
 
Por tierra y aire, Mis libros lance,
Así vuelan las hojas Y siéntese magnífico
Do cuento el trance. Sobre el desastre,
Hala acá el travesuelo Y muéstreme riendo,
Mi paño árabe; Roto el encaje-
Allá monta en el lomo -!Qué encaje no se rompe
De un incunable; En el combate!-
Un carcax con mis plumas Su cuello, en que la risa
Fabrica y átase; Gruesa onda hace!
Un sílex persiguiendo Venga, y por cauce nuevo
Vuelca un estante, Mi vida lance,
Y !allá ruedan por tierra Y a mis manos la vieja
Versillos frágiles, Péñola arranque,
Brumosos pensadores, Y del vaso manchado
Lópeos galanes! La tinta vacie!
De águilas diminutas !Vaso puro de nácar:
Puéblase el aire: Dame a que harte
!Son las ideas, que ascienden, Esta sed de pureza:
Rotas sus cárceles! Los labios cánsame!
¿Son éstas que lo envuelven
Del muro arranca, y cíñese, Carnes, o nácares?
Indio plumaje: La risa, como en taza
Aquella que me dieron De ónice árabe,
De oro brillante, En su incólume seno
Pluma, a marcar nacida Bulle triunfante:
Frentes infames, !Hete aquí, hueso pálido,
De su caja de seda Vivo y durable!
Saca, y la blande: Hijo soy de mi hijo!
Del sol a los requiebros El me rehace!
Brilla el plumaje,
Que baña en aúreas tintas Pudiera yo, hijo mío,
Su audaz semblante. Quebrando el arte
De ambos lados el rubio Universal, muriendo
Cabello al aire, Mis años dándote,
A mí súbito viénese Envejecerte súbito,
A que lo abrace. La vida ahorrarte!-
De beso en beso escala Mas no: que no verías
Mi mesa frágil; En horas graves
!Oh, Jacob, mariposa, Entrar el sol al alma
Ismaëlillo, árabe! Y a los cristales!
¿Qué ha de haber que me guste Hierva en tu seno puro
Como mirarle Risa asonante:
De entre polvo de libros Rueden pliegues abajo
Surgir radiante, Libros exangës:
Y, en vez de acero, verle Sube, Jacob alegre,
De pluma armarse, La escala suave:
Y buscar en mis brazos Ven, y de beso en beso
Tregua al combate? Mi mesa asaltes:-
Venga, venga Ismaelillo: !Pues ésa es mi musilla,
La mesa asalte, Mi diablo ángel!
Y por los anchos pliegues !Ah, musilla traviesa,
Del paño árabe Qué vuelo trae!
En rota vergonzosa
 
 
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Penachos Vívidos
 
Como taza en que hierve Ora en carreras locas,
De transparente vino O en sonoros relinchos,
En doradas burbujas O sacudiendo el aire
El generoso espíritu; El crinaje magnífico;-
Como inquieto mar joven Asi mis pensamientos
Del cauce nuevo henchido Rebosan en mí vividos,
Rebosa, y por las playas Y en crespa espuma de oro
Bulle y muere tranquilo; Besan tus pies sumisos,
O en fúlgidos penachos
Como manada alegre De varios tintes ricos,
De bellos potros vivos Se mecen y se inclinan
Que en la mañana clara Cuando tú pasas -hijo!
Muestran su regocijo,
 
 
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Valle Lozano
 
Dígame mi labriego Otros, con dagas grandes
¿Cómo es que ha andado Mi pecho araron:
En esta noche lóbrega Pues, ¿qué hierro es el tuyo
Este hondo campo? Que no hace daño?
Dígame de qué flores Y esto dije -y el niño
Untó el arado Riendo me trajo
Que la tierra olorosa En sus dos manos blancas
Trasciende a nardos? Un beso casto.
Dígame de qué ríos
Regó ese prado,
Que era un valle muy negro
Y ora es lozano?
  
 
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Versos Libres
 
Hierro
Ganado tengo el pan: hágase el verso,-
Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco
Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo ¿consejo quieres? Pues descuelga
de la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio y echa
Las cuerdas rotas al movible viento.
¡ Oh alma!, ¡oh, alma buena! ¡mal oficio
Tienes!: ¡póstrate, calla, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos –que es mejor manera
De excusarlos, y mansa y temerosa
Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cuál se trueca
En plato de oro rico tu desnudo
Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de esos cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no, -las armas son de hierro!
Mi mal es rudo: la ciudad lo encona:
Lo alivia el campo inmenso: ¡otro más vasto
Lo aliviará mejor! –Y las oscuras
Tardes me atraen, cual si mi patria fuera
La dilatada sombra.
Era yo niño-
Y con filial amor miraba al cielo,
¡Cuán pobre a mi avaricia el descuidado
Cariño del hogar! ¡Cuán tristemente
Bañado el rostro ansioso en llanto largo
Con mis ávidos ojos perseguía
La madre austera, el padre pensativo
Sin que jamás los labios ardorosos
Del corazón voraz la sed saciasen.
¡ Oh verso amigo,
Muero de soledad, de amor me muero!
No de vulgar amor; estos amores
Envenenan y ofuscan: no es hermosa
La fruta en la mujer, sino la estrella
La tierra ha de ser luz, y todo vivo
Debe en torno de sí dar lumbre de astro.
¡ oh, estas damas de muestra ¡ ¡oh, estas copas
de carne! ¡oh, estas siervas, ante el dueño
que las ennjoya y que las nutre echadas!
¡ te digo, oh verso, que los dientes duelen
de comer de esta carne!
Es de inefable
Amor del que yo muero, -del muy dulce
Menester de llevar, como se lleva
Un niño tierno en las cuidadosas manos,
Cuanto de bello y triste ven mis ojos.
Del sueño, que las fuerzas no repara
Sino de los dichosos, y a los tristes
El duro humor y la fatiga aumenta,
Salto, al Sol, como un ebrio. Con las manos
Mi frente oprimo, y de los turbios ojos
Brota raudal de lágrimas. ¡ Y miro
El Sol tan bello y mi desierta alcoba,
Y mi virtud inútil, y las fuerzas
Que cual tropel famélico de hirsutas
Fieras saltan de mí buscando empleo;
Y el aire hueco palpo, y en el muro
Frío y desnudo el cuerpo vacilante
Apoyo, y en el cráneo estremecido
En agonía flota el pensamiento,
Cual leño de bajel despedazado
Que el mar en furia a playa ardiente arroja!
¡ Y echo a andar, como un muerto que camina,
Loco de amor, de soledad, de espanto!
¡Amar, agobia! ¡es tósigo el exceso
de amor! Y la prestada casa oscila
Cual barco en tempestad: en el destierro
Naúfrago es todo hombre, y toda casa
Inseguro bajel, al mar vendido!
 
¡Sólo las flores del paterno prado
Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias
Del sol amparan! Como en vaga nube
Por suelo extraño se anda; las miradas
Injurias nos parecen, y el sol mismo,
¡Más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
los aires de otras tierras: y no vuelan
del arbolar espeso entre las ramas
los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
Viven los hombres, -¡ay! mas el proscripto
¡ De sus entrañas propias se alimenta!
¡ Tiranos: desterrad a los que ancalzan
el honor de vuestro odio: ya son muertos!
Valiera más ¡ oh barbaros! que al punto
De arrebatarlos al hogar, hundiera
En lo más hondo de su pecho honrado
Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible, vivir muerto.
Mas no! mas no! La dicha es una prenda
De compasión de la fortuna al triste
Que no sabe domarla: a sus mejores
Hijos desgracias da naturaleza:
Fecunda el hierro al llano, el golpe al hierro!
 

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Canto de Otoño


Bien; ya lo sé!: -la muerte está sentada
A mis umbrales: cautelosa viene,
Porque sus llantos y su amor no apronten
En mi defensa, cuando lejos viven
Padres e hijo.-al retornar ceñudo
De mi estéril labor, triste y oscura,
Con que a mi casa del invierno abrigo,
De pie sobre las hojas amarillas,
En la mano fatal la flor del sueño,
La negra toca en alas rematada,
Ávido el rostro, - trémulo la miro
Cada tarde aguardándome a mi puerta
En mi hijo pienso, y de la dama oscura
Huyo sin fuerzas devorado el pecho
De un frenético amor! Mujer más bella
No hay que la muerte!: por un beso suyo
Bosques espesos de laureles varios,
Y las adelfas del amor, y el gozo
De remembrarme mis niñeces diera!
...Pienso en aquél a quien el amor culpable
trajo a vivir, - y, sollozando, esquivo
de mi amada los brazos: - mas ya gozo
de la aurora perenne el bien seguro.
Oh, vida, adios: - quien va a morir, va muerto.
Oh, duelos con la sombra: oh, pobladores
Ocultos del espacio: oh formidables
Gigantes que a los vivos azorados
Mueren, dirigen, postran, precipitan!
Oh, cónclave de jueces, blandos sólo
A la virtud, que nube tenebrosa,
En grueso manto de oro recogidos,
Y duros como peña, aguardan torvos
A que al volver de la batalla rindan
-como el frutal sus frutos-
de sus obras de paz los hombres cuenta,
de sus divinas alas!... de los nuevos
árboles que sembraron, de las tristes
lágrimas que enjugaron, de las fosas
que a los tigres y vívoras abrieron,
y de las fortalezas eminentes
que al amor de los hombres levantaron!
¡esta es la dama, el Rey, la patria, el premio
apetecido, la arrogante mora
que a su brusco señor cautiva espera
llorando en la desierta espera barbacana!:
este el santo Salem, este el Sepulcro
de los hombres modernos:-no se vierta
más sangre que la propia! No se bata
sino al que odia el amor! Únjase presto
soldados del amor los hombres todos!:
la tierra entera marcha a la conquista
De este Rey y señor, que guarda el cielo!
...Viles: el que es traidor a sus deberes.
Muere como traidor, del golpe propio
De su arma ociosa el pecho atravesado!
¡Ved que no acaba el drama de la vida
En esta parte oscura! ¡Ved que luego
Tras la losa de mármol o la blanda
Cortina de humo y césped se reanuda
El drama portentoso! ¡y ved, oh viles,
Que los buenos, los tristes, los burlados,
Serán een la otra parte burladores!
Otros de lirio y sangre se alimenten:
¡Yo no! ¡yo no! Los lóbregos espacios
rasgué desde mi infancia con los tristes
Penetradores ojos: el misterio
En una hora feliz de sueño acaso
De los jueces así, y amé la vida
Porque del doloroso mal me salva
De volverla a vivi. Alegremente
El peso eché del infortunio al hombro:
Porque el que en huelga y regocijo vive
Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
Penas de la virtud, irá confuso
Del frío y torvo juez a la sentencia,
Cual soldado cobarde que en herrumbre
Dejó las nobles armas; ¡y los jueces
No en su dosel lo ampararán, no en brazos
Lo encumbrarán, mas lo echarán altivos
A odiar, a amar y a batallar de nuevo
En la fogosa y sofocante arena!
¡Oh! ¿qué mortal que se asomó a la vida
vivir de nuevo quiere? ...
Puede ansiosa
La Muerte, pues, de pie en las hojas secas,
Esperarme a mi umbral con cada turbia
Tarde de Otoño, y silenciosa puede
Irme tejiendo con helados copos
Mi manto funeral.
No di al olvido
Las armas del amor: no de otra púrpura
Vestí que de mi sangre.
Abre los brazos, listo estoy, madre Muerte:
Al juez me lleva!
Hijo!...Qué imagen miro? qué llorosa
Visión rompe la sombra, y blandamente
Como con luz de estrella la ilumina?
Hijo!... qué me demandan tus abiertos
Brazos? A qué descubres tu afligido
Pecho? Por qué me muestran tus desnudos
Pies, aún no heridos, y las blancas manos
Vuelves a mí?
Cesa! calla! reposa! Vive: el padre
No ha de morir hasta que la ardua lucha
Rico de todas armas lance al hijo!-
Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
De los abrazos de la muerte oscura
Y de su manto funeral me libren!


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BOSQUE DE ROSAS

Allí despacio te diré mis cuitas;
Allí en tu boca escribiré mis versos!— 
Ven, que la soledad será tu escudo! 
Pero, si acaso lloras, en tus manos 
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas 
Borraré los extraños versos míos.

Sufrir ¡tú a quien yo amo, y ser yo el casco 
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
Oh, la sangre del alma, tú la has visto? 
Tiene manos y voz, y al que la vierte 
Eternamente entre la sombra acusa. 
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres 
De almas, y hay villanos matadores! 
Al bosque ven: del roble más erguido 
Un pilòn labremos, y en el pilòn 
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Esta es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios ¿no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta, y mi furor domado.—
Ven, a callar; a murmurar; al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, las que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar ¡qué orgullo al pecho queda
Y còmo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!
Ven, que allí triste iré, pues yo me veo! 
Ven, que la soledad será tu escudo!


FLORES DEL CIELO

Leí estos versos de Ronsard:
«Je vous envoie un bouquet que ma main 
Vient de trier de ces fleurs épanouies», 
y escribí esto: 

Flores? No quiero flores! Las del cielo 
Quisiera yo segar!
Cruja, cual falda 
De monte roto, esta cansada veste 
Que me encinta y engrilla con sus miembros 
Como con sierpes,— y en mi alma sacian 
Su hambre, y asoman a la cueva lòbrega 
Donde mora mi espíritu, su negra 
Cabeza, y boca roja y sonriente!— 
Caiga, como un encanto, este tejido 
Enmarañado, de raíces! —Surjan 
Donde mis brazos alas,— y parezca 
Que, al ascender por la solemne atmòsfera, 
De mis ojos, del mundo a que van llenos, 
Ríos de luz sobre los hombres rueden!

Y huelguen por los húmedos jardines 
Bardos tibios segando florecillas:— 
Yo, pálido de amor, de pie en las sombras, 
Envuelto en gigantesca vestidura 
De lumbre astral, en mi jardín, el cielo, 
Un ramo haré magnífico de estrellas:
¡No temblará de asir la luz mi mano!;

Y buscaré, donde las nubes duermen, 
Amada, y en su seno la más viva 
Le prenderé, y esparciré las otras 
Por su áurea y vaporosa cabellera.


COPA CICLÓPEA

El sol alumbra: ya en los aires miro 
La copa amarga: ya mis labios tiemblan, 
—No de temor, que prostituye,— de ira!... 
El Universo, en las mañanas alza 
Medio dormido aún de un dulce sueño 
En las manos la tierra perezosa, 
Copa inmortal, donde 
Hierven al sol las fuerzas de la vida!— 
Al niño triscador, al venturoso 
De alma tibia y mediocre, a la fragante 
Mujer que con los ojos desmayados 
Abrirse ve en el aire extrañas rosas, 
Iris la tierra es, roto en colores,— 
Raudal que juvenece, y rueda limpio 
Por perfumado llano, y al retozo 
Y al desmayo después plácido brinda!— 
Y para mí, porque a los hombres amo 
Y mi gusto y mi bien terco descuido, 
La tierra melancòlica aparece 
Sobre mi frente que la vida bate, 
De lúgubre color inmenso yugo! 
La frente encorvo, el cuello manso inclino, 
Y, con los labios apretados, muero.


POMONA

Oh, ritmo de la carne, oh melodía, 
Oh licor vigorante, oh filtro dulce 
De la hechicera forma! —no hay milagro 
En el cuento de Lázaro, si Cristo 
Llevò a su tumba una mujer hermosa!

Qué soy— quién es, sino Memnòn en donde 
Toda la luz del Universo canta,— 
Y cauce humilde en que van revueltas, 
Las eternas corrientes de la vida? —
Iba,— como arroyuelo que cansado 
De regar plantas ásperas fenece, 
Y, de amor por el Sol noble transido, 
A su fuego con gozo se evapora:
Iba, —cual jarra que el licor ligero 
Hinche, sacude, en el fermento rompe, 
Y en silenciosos hilos abandona:
Iba,— cual gladiador que sin combate 
Del incòlume escudo ampara el rostro 
Y el cuerpo rinde en la ignorada arena 
...Y súbito,— las fuerzas juveniles 
De un nuevo mar, el pecho rebosante 
Hinchen y embargan,— el cansado brío 
Arde otra vez,— y puebla el aire sano 
Música suave y blando olor de mieles! 
Porque a mis ojos los fragantes brazos 
En armònico gesto alzò Pomona.


MEDIA NOCHE

Oh, qué vergüenza!: —El sol ha iluminado 
La tierra: el amplio mar en sus entrañas 
Nuevas columnas a sus naves rojas 
Ha levantado: el monte, granos nuevos 
Juntò en el curso del solemne día 
A sus jaspes y breñas: en el vientre 
De las aves y bestias nuevos hijos 
Vida, que es forma, cobran: en las ramas 
Las frutas de los árboles maduran:— 
Y yo, mozo de gleba, he puesto sòlo, 
Mientras que el mundo gigantesco crece, 
Mi jornal en las ollas de la casa!

Por Dios, que soy un vil!:— No en vano el sueño 
A mis pálidos ojos es negado! 
No en vano por las calles titubeo 
Ebrio de un vino amargo, cual quien busca 
Fosa ignorada donde hundirse, y nadie 
Su crimen grande y su ignominia sepa!
No en vano el corazòn me tiembla ansioso 
Como el pecho sin calma de un malvado!

El cielo, el cielo, con sus ojos de oro
Me mira, y ve mi cobardía, y lanza
Mi cuerpo fugitivo por la sombra
Como quien loco y desolado huye 
De un vigilante que en sí mismo lleva! 
La tierra es soledad! la luz se enfría! 
Adonde iré que este volcan se apague? 
Adonde iré que el vigilante duerma?

Oh, sed de amor! —oh, corazòn, prendado 
De cuanto vivo el Universo habita;

Del gusanillo verde en que se trueca 
La hoja del árbol: —del rizado jaspe 
En que las ondas de la mar se cuajan:— 
De los árboles presos, que a los ojos 
Me sacan siempre lágrimas: —del lindo 
Bribòn gentil que con los pies desnudos 
En fango o nieve, diario o flor pregona. 
Oh, corazòn, —que en el carnal vestido 
No hierros de hacer oro, ni belfudos 
Labios glotones y sensuosos mira,— 
Sino corazas de batalla, y hornos 
Donde la vida universal fermenta!—

Y yo, pobre de mí!, preso en mi jaula, 
La gran batalla de los hombres miro!— 
[1878]




YUGO Y ESTRELLA

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso 
De mí y de la Creaciòn suma y reflejo, 
Pez que en ave y corcel y hombre se torna, 
Mira estas dos, que con dolor te brindo, 
Insignias de la vida: ve y escoge. 
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta 
Servicio a los señores, duerme en paja 
Caliente, y tiene rica y ancha avena. 
Ésta, oh misterio que de mí naciste 
Cual la lumbre naciò de la montaña, 
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores 
Huyen de quien la lleva, y en la vida, 
Cual un monstruo de crímenes cargado, 
Todo el que lleva luz, se queda solo. 
Pero el hombre que al buey sin pena imita, 
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto 
La escala universal de nuevo empieza. 
El que la estrella sin temor se ciñe, 
Como que crea, crece!
Cuando al mundo 
De su copa el licor vaciò ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta 
Fiesta humana, sacò contento y grave 
Su propio corazòn: cuando a los vientos 
De Norte y Sur virtiò su voz sagrada,— 
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera 
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente 
Mejor la estrella que ilumina y mata.


ISLA FAMOSA

Aquí estoy, solo estoy, despedazado. 
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran, 
Y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
Los vapores del mar la roca ciñen:
Sacra angustia y horror mis ojos comen:
A qué, Naturaleza embravecida,
A qué la esteril soledad en torno
De quien de ansia de amor rebosa y muere?
Dònde, Cristo sin cruz, los ojos pones?
Dònde, oh sombra enemiga, dònde el ara
Digna por fin de recibir mi frente?
En pro de quién derramaré mi vida?

—Rasgòse el velo: por un tajo ameno 
De claro azul, como en sus lienzos abre 
Entre mazos de sombra Díaz famoso, 
El hombre triste de la roca mira 
En lindo campo tropical, galanes 
Blancos, y Venus negras, de unas flores 
Fétidas y fangosas coronados:


Danzando van: a cada giro nuevo 
Bajo los muelles pies la tierra cede! 
Y cuando en ancho beso los gastados 
Labios sin lustre ya, trémulos juntan, 
Sáltanle de los labios agoreras 
Aves tintas en hiel, aves de muerte.


SED DE BELLEZA

Solo, estoy solo: viene el verso amigo, 
Como el esposo diligente acude 
De la erizada tòrtola al reclamo. 
Cual de los altos montes en deshielo 
Por breñas y por valles en copiosos 
Hilos las nieves desatadas bajan— 
Así por mis entrañas oprimidas 
Un balsámico amor y una avaricia 
Celeste de hermosura se derraman. 
Tal desde el vasto azul, sobre la tierra, 
Cual si de alma de virgen la sombría 
Humanidad sangrienta perfumasen, 
Su luz benigna las estrellas vierten 
Esposas del silencio! —y de las flores 
Tal el aroma vago se levanta.

Dadme lo sumo y lo perfecto: dadme 
Un dibujo de Angelo: una espada 
Con puño de Cellini, más hermosa 
Que las techumbres de marfil calado 
Que se place en labrar Naturaleza.


El cráneo augusto dadme donde ardieron 
El universo Hamlet y la furia 
Tempestuosa del moro: —la manceba
India que a orillas del ameno río 
Que del viejo Chichén los muros baña 
A la sombra de un plátano pomposo 
Y sus propios cabellos, el esbelto 
Cuerpo bruñido y nítido enjugaba. 
Dadme mi cielo azul... dadme la pura 
Alma de mármol que al soberbio Louvre 
Dio, cual su espuma y flor, Milo famosa.


¡OH, MARGARITA!

Una cita a la sombra de tu oscuro 
Portal donde el friecillo nos convida 
A apretarnos los dos, de tan estrecho 
Modo, que un solo cuerpo los dos sean:
Deja que el aire zumbador resbale, 
Cargado de salud, como travieso 
Mozo que las corteja, entre las hojas,
Y en el pino 
Rumor y majestad mi verso aprenda. 
Sòlo la noche del amor es digna. 
La oscuridad, la soledad convienen. 
Ya no se puede amar, ¡oh Margarita!


ÁGUILA BLANCA


De pie, cada mañana, 
Junto a mi áspero lecho está el verdugo.—

Brilla el sol, nace el mundo, el aire ahuyenta
Del cráneo la malicia,— 
Y mi águila infeliz, mi águila blanca
Que cada noche en mi alma se renueva,
Al alba universal las alas tiende
Y camino del sol emprende el vuelo.
Y silencioso el bárbaro verdugo
De un nuevo golpe de puñal le quiebra
El fuerte corazòn cada mañana.
Y en vez del claro vuelo al sol altivo
Por entre pies, ensangrentada, rota,
De un grano en busca el águila rastrea.

Oh noche, sol del triste, amable seno
Donde su fuerza el corazòn revive,
Perdura, apaga el sol, toma la forma
De mujer, libre y pura, a que yo pueda
Ungir tus pies, y con mis besos locos
Ceñir tu frente y calentar tus manos.
Líbrame, eterna noche, del verdugo,
O dale, a que me dé, con la primera
Alba, una limpia y redentora espada.
Que con qué la has de hacer? Con luz de estrellas!



HE VIVIDO: ME HE MUERTO...

He vivido: me he muerto: y en mi andante 
Fosa sigo viviendo: una armadura 
Del hierro montaraz del siglo octavo, 
Menos, sí, menos que mi rostro pesa. 
Al cráneo inquieto lo mantengo fijo

Porque al rodar por tierra el mar de llanto 
[............................], no asombre.
Quejarme, no me quejo: que es de lacayos 
Quejarse, y de mujeres, 
Y de aprendices de la trova, manos 
Nuevas en liras viejas: —Pero vivo 
Cual si mi ser entero en un agudo 
Desgarrador sollozo se exhalara.— 
De tierra, a cada sol mis restos propios 
Recojo, en junto los apilo, a rastras 
A la implacable luz y a los voraces 
Hombres cual si viviesen los paseo:
Mas si frente a la luz me fuese dado
Como en la sombra donde duermo, al polvo
Mis disfraces echar, viérase súbito
Un cuerpo sin calor venir a tierra
Tal como un monte muerto que en sus propias
Inanimadas faldas se derrumba.

He vivido: al deber juré mis armas
Y ni una vez el sol doblò las cuestas 
Sin que mi lidia y mi victoria viere:— 
Ni hablar, ni ver, ni pensar yo quisiera! 
Cruzados ambos brazos, como en nube 
Parda, en mortal sosiego me hundiría. 
De noche, cuando al sueño a sus soldados 
En el negro cuartel llama la vida, 
La espalda vuelvo a cuanto vive: al muro 
La frente doy, y como jugo y copia 
De mis batallas en la tierra miro— 
La rubia cabellera de una niña 
Y la cabeza blanca de un anciano!


ESTROFA NUEVA

Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado!— 
Ancha es y hermosa y fúlgida la vida:
Que éste o aquél o yo vivamos tristes, 
Culpa de éste o aquél será, o mi culpa! 
Nace el corcel, del ala más lejano 
Que el hombre, en quien el ala encumbradora 
Ya en los ingentes brazos se diseña:
Sin más brida el corcel nace que el viento 
Espoleador y flameador,— al hombre 
La vida echa sus riendas en la cuna! 
Si las tuerce o revuelve, y si tropieza 
Y da en atolladero, a sí se culpe 
Y del incendio o del zarzal redima 
La destrozada brida: sin que al noble 
Sol y [.................] vida desafíe.
De nuestro bien o mal autores somos,
Y cada cual autor de sí: la queja
A la torpeza y la deshonra añade
De nuestro error: cantemos, sí, cantemos
Aunque las hidras nuestro pecho roan
El Universo colosal y hermoso!

Un obrero tiznado, una enfermiza
Mujer, de faz enjuta y dedos gruesos:
Otra que al dar al sol los entumidos 
Miembros en el taller, como una egipcia 
Voluptuosa y feliz, la saya burda 
Con las manos recoge, y canta, y danza:
Un niño que, sin miedo a la ventisca,

Como el soldado con el arma al hombro, 
Va con sus libros a la escuela: el denso 
Rebaño de hombres que en silencio triste 
Sale a la aurora y con la noche vuelve 
Del pan del día en la difícil busca,— 
Cual la luz a Memnòn, mueven mi lira. 
Los niños, versos vivos, los heroicos 
Y pálidos ancianos, los oscuros 
Hornos donde en bridòn o tritòn truecan 
Los hombres victoriosos las montañas 
Astiánax son y Andròmaca mejores, 
Mejores, si, que los del viejo Homero.

Naturaleza siempre viva: el mundo 
De minotauro yendo a mariposa 
Que de rondar el sol enferma y muere:
Dejad, por Dios, que la mujer cansada 
De amar, con leche y menjurjes 
Su piel rugosa y su verdad restaure, 
Repíntense las viejas: la doncella 
Con rosas naturales se corone:— 
La sed de luz, que como el mar salado 
La de los labios, con el agua amarga 
De la vida se irrita: la columna 
Compacta de asaltantes, que sin miedo, 
Al Dios de ayer en los desnudos hombros 
La mano libre y desferrada ponen,—

Y los ligeros pies en el vacío,— 
Poesía son, y estrofa alada, y grito 
Que ni en tercetos ni en octava estrecha 
Ni en remilgados serventesios caben:

Vaciad un monte,— en tajo de Sol vivo 
Tallad un plectro: o de la mar brillante 
El seno rojo y nacarado, el molde 
De la triunfante estrofa nueva sea!

Como nobles de Nápoles, fantasmas
Sin carne ya y sin sangre, que en palacios
Muertos y oscuros con añejas chupas
De comido blasòn, a paso sordo
Andan, y al mundo que camina enseñan
Como un grito sin voz la seca encía,
Así, sobre los árboles cansados,
Y los ciriales rotos, y los huecos
De oxidadas diademas, duendecillos
Con chupa vieja y metro viejo asoman!
No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
Alegres recaderos de mañana,
Las lindas aves, cuerdas y gentiles:
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco 
Alto y robusto, en fibra rico y savia. 
Mas con el sol se alza el deber: se pone 
Mucho después que el sol: de la hornería 
Y su batalla y su fragor cansada 
La mente plena en el rendido cuerpo, 
Atormentada duerme, —como el verso 
Vivo en los aires, por la lira rota 
Sin dar sonidos desolado pasa!

Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco 
Alarde de mi amor. Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado.


MUJERES 

1
Ésta, es rubia: ésa, oscura: aquélla, extraña 
Mujer de ojos de mar y cejas negras:
Y una cual palma egipcia alta y solemne 
Y otra como un canario gorjeadora. 
Pasan, y muerden: los cabellos luengos 
Echan, como una red: como un juguete
La lánguida beldad ponen al labio 
Casto y febril del amador que a un templo 
Con menos devociòn que al cuerpo llega 
De la mujer amada: ella, sin velos. 
Yace, y a su merced; —él, casto y mudo 
En la inflamada sombra alza dichoso 
Como un manto imperial de luz de aurora. 
Cual un pájaro loco en tanto ausente 
En frágil rama y en menudas flores 
De la mujer el alma travesea:
Noble furor enciende al sacerdote 
Y a la insensata, contra el ara augusta 
Como una copa de cristal rompiera:— 
Pájaros, sòlo pájaros: el alma 
Su ardiente amor reserve al universo.

2

Vino hirviente es amor: del vaso afuera, 
Echa, brillando al Sol, la alegre espuma:

Y en sus claras burbujas, desmayados 
Cuerpos, rizosos niños, cenadores 
Fragantes y amistosas alamedas 
Y juguetones ciervos se retratan:
De joyas, de esmeraldas, de rubíes, 
De ònices y turquesas y del duro 
Diamante al fuego eterno derretidos, 
Se hace el vino satánico: Mañana 
El vaso sin ventura que lo tuvo 
Cual comido de hienas, y espantosa 
Lava mordente se verá quemado.

3

Bien duerma, bien despierte, bien recline— 
Aunque no lo reclino— bien de hinojos, 
Ante un niño que llega el cuerpo doble 
Que no se dobla a viles y a tiranos, 
Siento que siempre estoy en pie: —si suelo 
Cual del niño en los rizos suele el aire 
Benigno, en los piadosos labios tristes 
Dejar que vuele una sonrisa, —es fijo
Así, sépalo el mozo, así sonríen 
Cuantos nobles y crédulos buscaron 
El sol eterno en la belleza humana. 
Sòlo hay un vaso que la sed apague 
De hermosura y amor: Naturaleza 
Abrazos deleitosos, híbleos besos 
A sus amantes pròdiga regala.

4

Para que el hombre los tallara puso
El monte y el volcán Naturaleza,—
El mar, para que el hombre ver pudiese
Que era menor que su cerebro,— en horno
Igual, sol, aire y hombres elabora.
Porque los dome, el pecho al hombre inunda
Con pardos brutos y con torvas fieras.
¡Y el hombre, no alza el monte: no en el libre
Aire, ni en sol magnífico se trueca:
Y en sus manos sin honra, a las sensuales 
Bestias del pecho el corazòn ofrece:
A los pies de la esclava vencedora:
El hombre yace, deshonrado, muerto.


ASTRO PURO

De un muerto, que al calor de un astro puro,
De paso por la tierra, como un manto
De oro sintiò sobre sus huesos tibios
El polvo de la tumba, al sol radiante
Resucitò gozoso, viviò un día,
Y se volviò a morir,— son estos versos:

Alma piadosa que a mi tumba llamas 
Y cual la blanca luz de astros de Enero, 
Por el palacio de mi pecho en ruinas 
Entras, e irradias, y los restos fríos 
De los que en él voraces habitaron 
Truecas, oh maga! en candidas palomas:—
Espíritu, pureza, luz, ternura, 
Aves sin pies que el ruido humano espanta, 
Señora de la negra cabellera,

El verso muerto a tu presencia surge 
Como a las dulces horas el rocío 
En el oscuro mar el sol dorado 
Y álzase por el aire, cuanto existe 
Cual su manto en el vuelo recogiendo, 
Y a ti llega, y se postra, y por la tierra 
En colosales pliegues [...........]
Con majestad de púrpura romana. 
Besé tus pies,— te vi pasar: Señora, 
Perfume y luz tiene por fin la tierra! 
El verso aquel que a dentelladas duras 
La vida diaria y ruin me remordía 
Y en ásperos retazos, de mis secos 
Y codiciosos labios se exhalaba, 
Ora triunfante y melodioso bulle, 
Y como ola de mar al sol sereno 
Bajo el espacio azul rueda en espuma:
Oh mago, oh mago amor!
Ya compañía 
Tengo para afrontar la vida eterna:
Para la hora de la luz, la hora 
De reposo y de flor, ya tengo cita.

Esto diciendo, los abiertos brazos 
Tendiò el cantor, como a abrazar. El vivo 
Amor que su viril estrofa mueve 
Sòlo durò lo que la estrofa dura:
Alma infeliz el alma ardiente, aquélla
En que el ascua más leve alza un incendio
[...........""..........] y el sueño 

Que vio esplender, y quiso asir, hundiòse 
Como un águila muerta: el ígneo, el [...] 
Callò, brillò, volviò solo a su tumba.


HOMAGNO AUDAZ

Homagno audaz, de tanto haber vivido 
Con el alma, que quema, se moría.— 
Por las còncavas sienes las canosas 
Lasas guedejas le colgaban: hinca 
Las silenciosas manos en los secos. 
Muslos: los labios, como ofensa augusta 
Al negro pueblo universal, horrible 
Pueblo infeliz y hediondo de los Midas,
Junta como quien niega: y en los claros 
Ojos de ansia y amor, que la vislumbre 
De la muerte feliz, arroba, brilla 
Como en selva nocturna hoguera blanca 
La mirada caudal de un Dios que muere 
Remordido de hormigas:
Suplicante

A sus llagados pies Jòveno hermoso 
Tiéndese y llora; y en los negros ojos 
Desolaciòn patética le brilla: 
No, no Homagno, ¡negras ropas visten 
Las mujeres de estos tiempos! —en que— 
Como hojas verdes en invierno, lucen:
Oh las mujeres, oh las necias, trajes 
De rosas sin olor: —jubòn rosado, 
Con trajes anchos de perlada seda:— 
En los [...............] el galano
Talle le ciñen: —oh dime, dime Homagno,
De este palacio de que sales; dime
Qué secreto conjuro la uva rompe
De las sabrosas mieles: di qué llave
Abre las puertas del placer profundo
Que fortalece y embalsama: dilo,
Oh noble Homagno, a Jòveno extranjero:—

La sublime piedad abriò los labios 
Del moribundo noble musitando:
La llave quieres, Jòveno, del mundo? 
La llave de la fuerza, la del goce 
Sereno y penetrante, la del hondo 
Valor que a mundos y a villas, 
Cual gigante amazona desafía;
La del escudo impenetrable, escudo 
Contra la tentadora humana Infamia! 
Yo ni de dioses ni de filtro tengo 
Fuerzas maravillosas: he vivido, 
Y la divinidad está en la vida!:
¡Mira si no la frente de los viejos!

Estréchame la mano: no, no esperes
A que yo te la tienda: ¡yo sabia
Antes tenderla, de mi hermoso modo
Que envolvía en sombra de amor el Universo!
Hoy, ya no puedo alzarla de la piedra
Donde me asiento: aunque el corazòn
Plumas nuevas se viste y tiende el ala:
¡No acaba el alma humana en este mundo! 
Ya, cual bucles de piedra, en mi mondado 
Cráneo cuelgan mis últimos cabellos;
Pero debajo no! debajo vibra 
Todo el fuego magnífico y sonoro 
Que mantiene la tierra!
Ven y toma 
Esta mano que ha visto mucha pena! 
Dicen que así verás lo que yo he visto. 
¡Aprieta bien, aprieta bien mi mano! 
Es bueno ir de la mano de los jòvenes!:
¡Así, de sombra a luz, crece la vida! 
¡Déjame divagar: la mente vaga 
Como las nubes, madres de la tierra!

Mozo, ven, pues: ase mi mano y mira:
Aquí están, a tus ojos, en hilera, 
Frías y dormidas como estatuas, todas 
Las que de amor el pecho te han movido:
¡Las llaves falsas, Jòveno, del cielo!
Una no más sencillamente lo abre
Como nuestro dominio: pero nota
Còmo estas barbas a la tierra llegan
Blancas y ensangrentadas, y aún no topo
Con la que me pudiera abrir el cielo.
En cambio, mira a mi redor: la tierra
Está amasada con las llaves rotas
Con que he probado a abrirlo: —y que éste es todo

El mundo dicen los bellacos luego! 
¡Viene después un cierto olor de rosa, 
Un trono en una nube, un vuelo vago, 
Y un aire y una sangre hecha de besos! 
¡Pompa de claridad la muerte miro!:
¡Palpa cuál, de pensarla, están calientes, 
Finos, como si fuesen a una boda, 
Ágiles como alas, y sedosos, 
Como la mocedad después del baño, 
Estos bucles de piedra! Gruñes, gruñes 
De estas cosas de viejo...
Ahí están todas 
las mujeres que amaste; llaves falsas 
Con que en vano echa el hombre a abrir el cielo. 
Por la magia sutil de mi experiencia 
Las miro como son: cáscaras todas, 
Esta de nácar, cual la Aurora brinda, 
Humo como la Aurora; ésta de bronce;
Marfil ésta; ésa ébano; y aquella 
De esos diestros barrillos italianos 
De diversos colores... ¡cuenta! Es fijo... 
¿Cuántos años cumpliste? Treinta? Es fijo 
Que has amado, y es poco, a más de ciento:
¡Se hacen muy fácilmente, y duran poco, 
Las estatuas de cieno! Gruñes, gruñes 
De estas cosas de viejo...
A ver qué tienen 
Las cáscaras por dentro! ¡Abajo, abajo 
Esa hermosa de nácar! ¡qué riqueza 
Viene al suelo de espalda y hombros finos! 
¡Parece una onda de òpalo cuajada! 
¡Sube un aroma que perfuma el viento,— 
Que me enciende la carne, que me anubla 
El juicio, a tanta costa trabajado!:
Pero vuélvela a diestra y a siniestra, 
A la luna y el sol: no hay nada adentro!

Y en la de bronce ¿qué hallas? ¡con que modo 
Loco y ardiente buscas!: aún humea 
Esa de bronce en restos: ¿qué has hallado 
Que con espanto tal la echas en tierra?:
¡Ah, lo que corre el duende negro: un cerdo!

Y ésa? ¡una uña! Y ¿ésa? ¡ay! una piedra 
Más dura que mis bucles: la más terrible 
Es esa de la piedra! Y ¿esta moza 
Toda de colorines? saca! saca! 
¡Esta por corazòn tiene un vasillo 
Hueco, forrado en láminas de modas! 
Esa? nada! Esa? nada! Esa? Una doble 
Dentadura, y manchado cada diente 
De una sangre distinta: ¡mata, mata! 
¡Mata con el talòn a esa culebra! 
Y ésa? Una hamaca! Y ¿ésa, pues, la última, 
La postrer de las cien, qué le has hallado 
Que le besas los pies, que la rehaces 
De prisa con tus manos, que la cubres 
Con sus mismos cabellos, que la amparas 
Con tu cuerpo, que te echas de rodillas? 
¿Qué tienes? ¿qué levantas en las manos 
Lentamente como una ofrenda al cielo? 
¿Entrañas de mujer? No en vano el cielo 
Con una luz tan suave se ilumina, 
¡Eso es arpa: eso es sol: [.........]!
¿De cien mujeres, una con entrañas?
¡Abrázala! arrebátala! con ella
Vive, que serás rey, doquier que vivas:

Cruza los bosques, que los lobos mismos 
Su presa te darán, y acatamiento:
Cruza los mares, y las olas lomo
Blando te prestarán; los hombres cruza
Que no te morderán, aunque te juro
Que lo que ven lo muerden, y si es bello 
Lo muerden más; y dondequier que muerden 
Lo despedazan todo y envenenan. 
Ya no eres hombre, Jòveno, si hallaste 
Una mujer amante! o no:— ya lo eres!


CRIN HIRSUTA

Que como crin hirsuta de espantado 
Caballo que en los troncos secos mira 
Garras y dientes de tremendo lobo, 
Mi destrozado verso se levanta...? 
Sí,: pero se levanta! —a la manera 
Como cuando el puñal se hunde en el cuello 
De la res, sube al cielo hilo de sangre:— 
Sòlo el amor engendra melodías.



A LOS ESPACIOS

A los espacios entregarme quiero 
Donde se vive en paz, y con un manto 
De luz, en gozo embriagador henchido, 
Sobre las nubes blancas se pasea,— 
Y donde Dante y las estrellas viven. 
Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto 
En ciertas horas puras, còmo rompe 
Su cáliz una flor,— y no es diverso 
Del modo, no, con que lo quiebra el alma,

Escuchad, y os diré: —viene de pronto
Como una aurora inesperada, y como
A la primera luz de primavera
De flor se cubren las amables lilas...
Triste de mí: contároslo quería
Y en espera del verso, las grandiosas
Imágenes en fila ante mis ojos
Como águilas alegres vi sentadas.
Pero las voces de los hombres echan
De junto a mí las nobles aves de oro:
Ya se van, ya se van: ved còmo rueda 
La sangre de mi herida. 
Si me pedís un símbolo del mundo 
En estos tiempos, vedlo: un ala rota. 
Se labra mucho el oro, el alma apenas!— 
Ved còmo sufro: vive el alma mía 
Cual cierva en una cueva acorralada:— 
Oh, no está bien:
me vengaré, llorando!



PÓRTICO

Frente a casas ruines, en los mismos 
Sacros lugares donde Franklin bueno 
Citò al rayo y lo atò,— por entre truncos 
Muros, cerros de piedras, boqueantes 
Fosos, y los cimientos asomados 
Como dientes que nacen a una encía 
Un pòrtico gigante se elevaba. 
Rondaba cerca de él la muchedumbre 
[............] que siempre en torno
De las fábricas nuevas se congrega:


Cuál, que ésta es siempre distinciòn de necios, 
Absorto ante el tamaño: piedra el otro 
Que no penetra el sol, y cuál en ira, 
De que fuera mayor que su estatura. 
Entre el tosco andamiaje, y las nacientes 
Paredes, el pòrtico [.......]
En un cráneo sin tope parecía
Un labio enorme, lívido e hinchado.
Ruedas y hombres el aire sometieron:
Trepaban en la sombra: más arriba 
Fueron que las iglesias: de las nubes 
La fábrica magnífica colgaron: 
Y en medio entonces de los altos muros 
Se vio el pòrtico en toda su hermosura.



MANTILLA ANDALUZA

Por qué no acaba todo, ora que puedes
Amortajar mi cuerpo venturoso
Con tu mantilla, pálida andaluza!—
No me avergüenzo, no, de que me encuentren
Clavado el corazòn con tu peineta!

Te vas! Como invisible escolta, surgen 
Sobre sus tallos frescos, a seguirte 
Mis jardines sin mancha y mis claveles:
Te vas! Todos se van! y tú me miras, 
Oh perla pura en flor, como quien echa 
En honda copa joya resonante,— 
Y a tus manos tendidas me abalanzo 
Como a un cesto de frutas un sediento.
De la tierra mi espíritu levantas 
Como el ave amorosa a su polluelo.



POETA

Como nacen las palmas en la arena, 
Y la rosa en la orilla al mar salobre, 
Así de mi dolor mis versos surgen 
Convulsos, encendidos, perfumados. 
Tal en los mares sobre el agua verde, 
La vela hendida, el mástil trunco, abierto 
A las ávidas olas el costado 
Después de la batalla fragorosa 
Con los vientos, el buque sigue andando.

Horror, horror! En tierra y mar no había
Más que crujidos, furia, niebla y lágrimas! 
Los montes, desgajados, sobre el llano 
Rodaban: las llanuras, mares turbios 
En desbordados ríos convertidas, 
Vaciaban en los mares; un gran pueblo 
Del mar cabido hubiera en cada arruga:
Estaban en el cielo las estrellas 
Apagadas: los vientos en jirones 
Revueltos en la sombra, huían, se abrían 
Al chocar entre sí, y se despeñaban:
En los montes del aire resonaban 
Rodando con estrépito: en las nubes 
Los astros locos se arrojaban llamas!

Riò luego el sol: en tierra y mar lucia 
Una tranquila claridad de boda:
Fecunda y purifica la tormenta! 
Del aire azul colgaban ya, prendidos 
Cual gigantescos tules, los rasgados 
Mantos de los crespudos vientos, rotos 
En el fragor sublime. Siempre quedan 
Por un buen tiempo luego de la cura 
Los bordes de la herida, sonrosados! 
Y el barco, como un niño, con las olas, 
Jugaba, se mecía, traveseaba.



ODIO EL MAR

Odio el mar, sòlo hermoso cuando gime 
Del barco domador bajo la hendente 
Quilla, y como fantástico demonio, 
De un manto negro colosal tapado, 
Encòrvase a los vientos de la noche 
Ante el sublime vencedor que pasa:— 
Y a la luz de los astros, encerrada 
En globos de cristales, sobre el puente 
Vuelve un hombre impasible la hoja a un libro.

Odio el mar: vasto y llano, igual y frío 
No cual la selva hojosa echa sus ramas 
Como sus brazos, a apretar al triste 
Que herido viene de los hombres duros 
Y del bien de la vida desconfía, 
No cual honrado luchador, en suelo 
Firme y seguro pecho, al hombre aguarda 
Sino en traidora arena y movediza, 
Cual serpiente letal.— También los mares, 
El sol también, también Naturaleza

Para mover el hombre a las virtudes, 
Franca ha de ser, y ha de vivir honrada. 
Sin palmeras, sin flores, me parece 
Siempre una tenebrosa alma desierta.

Que yo voy muerto, es claro: a nadie importa 
Y ni siquiera a mí: pero por bella 
Ígnea, varia, inmortal amo la vida.

Lo que me duele no es vivir: me duele 
Vivir sin hacer bien. Mis penas amo, 
Mis penas, mis escudos de nobleza. 
No a la pròvida vida haré culpable 
De mi propio infortunio, ni el ajeno 
Goce envenenaré con mis dolores. 
Buena es la tierra, la existencia es santa. 
Y en el mismo dolor, razones nuevas 
Se hallan para vivir, y goce sumo, 
Claro como una aurora y penetrante. 
Mueran de un tiempo y de una vez los necios 
Que porque el llanto de sus ojos surge 
Lo imaginan más grande y más hermoso 
Que el cielo azul y los repletos mares!—

Odio el mar, muerto enorme, triste muerto
De torpes y glotonas criaturas 
Odiosas habitado: se parecen
A los ojos del pez que de harto expira
Los del gañán de amor que en brazos tiembla
De la horrible mujer libidinosa:—
Vilo, y lo dije: —algunos son cobardes,
Y lo que ven y lo que sienten callan:
Yo no: si hallo un infame al paso mío, 
Dígole en lengua clara: ahí va un infame, 
Y no, como hace el mar, escondo el pecho.

Ni mi sagrado verso nimio guardo
Para tejer rosarios a las damas
Y máscaras de honor a los ladrones:

Odio el mar, que sin còlera soporta 
Sobre su lomo complaciente, el buque 
Que entre música y flor trae a un tirano.



NOCHE DE MAYO

Con un astro la tierra se ilumina:
Con el perfume de una flor se llenan 
Los ámbitos inmensos: como vaga, 
Misteriosa envoltura, una luz tenue 
Naturaleza encubre, —y una imagen 
Misma, del linde en que se acaba, brota 
Entre el humano batallar. Silencio! 
En el color, oscuridad! Enciende 
El sol al pueblo bullicioso, y brilla 
La blanca luz de luna! —En los ojos 
La imagen va, —porque si fuera buscan 
Del vaso herido la admirable esencia, 
En haz de aromas a los ojos surge:— 
Y si al peso del párpado obedecen, 
Como flor que al plegar las alas plega 
Consigo su perfume, en el solemne 
Templo interior como lamento triste 
La pálida figura se levanta! 
Divino oficio!: el Universo entero, 
Su forma sin perder, cobra la forma 
De la mujer amada, y el esposo 
Ausente, el cielo pòstumo adivina 
Por el casto dolor purificado.


BANQUETE DE TIRANOS

Hay una raza vil de hombres tenaces 
De sí propio inflados, y hechos todos, 
Todos, del pelo al pie, de garra y diente:
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan 
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tòrtolas y fieras
Y plantas insectívoras y pura
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres los unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran 
Y perfumen su diente los glotones, 
Tal como el hierro frío en las entrañas 
De la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos 
Donde se sirven hombres; y esos viles 
Que a los tiranos aman, diligentes 
Cerebro y corazòn de hombres devoran:
Pero cuando la mano ensangrentada 
Hunden en el manjar, del mártir muerto 
Surge una luz que les aterra, flores 
Grandes como una cruz súbito surgen 
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos 
A sus negras entrañas los tiranos.

Los que se aman a sí: los que la augusta 
Razòn a su avaricia y gula ponen:
Los que no ostentan en la frente honrada 
Ese cinto de luz que el yugo funde 
Como el inmenso sol en ascuas quiebra 
Los astros que a su seno se abalanzan:
Los que no llevan del decoro humano 
Ornado el sano pecho: los menores

Y segundones de la vida, sòlo 
A su goce ruin y medro atentos 
Y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
Jamás la aprobaciòn de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede
Hágase... clávalos, clávalos
En el horcòn más alto del camino
Por la mitad de la villana frente,
A la grandiosa humanidad traidores.
Como implacable obrero 
Que un féretro de bronce clavetea,
Los que contigo 
Se parten la naciòn a dentelladas.



COPA CON ALAS

Una copa con alas: quién la ha visto 
Antes que yo? Yo ayer la vi! Subía 
Con lenta majestad, como quien vierte 
Óleo sagrado: y a sus dulces bordes 
Mis regalados labios apretaba:— 
Ni una gota siquiera, ni una gota 
Del bálsamo perdí que hubo en tu beso!

Tu cabeza de negra cabellera 
—Te acuerdas?— con mi mano requería, 
Porque de mi tus labios generosos 
No se apartaran.—Blanda como el beso 
Que a ti me transfundía, era la suave 
Atmòsfera en redor; la vida entera 
Sentí que a mí abranzándote, abrazaba! 
Perdí el mundo de vista, y sus ruidos,

Y su envidiosa y bárbara batalla!
Una copa en los aires ascendía 
Y yo, en brazos no vistos reclinado 
Tras ella, asido de sus dulces bordes 
Por el espacio azul me remontaba!—

Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista:
En rueda o riel funde el herrero el hierro:
Una flor o mujer o águila o ángel 
En oro o plata el joyador cincela:
Tú sòlo, sòlo tú, sabes el modo 
De reducir el Universo a un beso!



ÁRBOL DE MI ALMA

Como un ave que cruza el aire claro 
Siento hacia mí venir tu pensamiento 
Y acá en mi corazòn hacer su nido. 
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas 
Como los labios frescos de un mancebo 
En su primer abrazo a una hermosura:
Cuchichean las hojas: tal parecen 
Lenguaraces obreras y envidiosas, 
A la doncella de la casa rica 
En preparar el tálamo ocupadas:
Ancho es mi corazòn, y es todo tuyo:
Todo lo triste cabe en él, y todo 
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere! 
De hojas secas, y polvo, y derruidas 
Ramas lo limpio: bruño con cuidado 
Cada hoja, y los tallos: de las flores 
Los gusanos del pétalo comido 
Separo: oreo el césped en contorno 
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha! 
Apresto el corazòn enajenado!


LUZ DE LUNA

Esplendía su rostro: por los hombros
Rubias guedejas le colgaban: era
Una caricia su sonrisa: era
Ciego de nacimiento: parecía
Que veía: tras los párpados callados
Como un lago tranquilo el alma exenta
Del horror que en el mundo ven los ojos,
Sus apacibles aguas deslizaba:—
Tras los párpados blancos se veían
Aves de plata, estrellas voladoras,
En unas grutas pálidas los besos
Risueños disputándose la entrada
Y en el dorso de cisnes navegando
Del ciego fiel los pensamientos puros.

Como una rama en flor al sosegado 
Río silvestre que hacia el mar camina, 
Una afable mujer se asomò al ciego:
Temblò, encendiòse, se cubriò de rosas, 
Y las pálidas manos del amante 
Besò cien veces, y llenò con ellas:— 
En la misma guirnalda entrelazados 
Pasan los dos la generosa vida:
Tan grandes son las flores, que a su sombra 
Suelen dormir la prolongada siesta.

Cual quien enfrena un potro que husmeando
Campo y batalla, en el portal sujeto
Mira, como quien muerde, al amo duro,—
Así, rebelde a veces, tras sus ojos
El pobre ciego el alma sujetaba:—
—«Oh, si vieras! —los necios le decían

Que no han visto en sus almas —oh si vieras 
Cuando sobre los trigos requemados, 
Su ejército de rayos el sol lanza, 
Còmo chispean, còmo relucen, còmo, 
Asta al aire, el hinchado campamento 
Los cascos mueve y el plumòn lustrosos. 
Si vieras còmo el mar, roto y negruzco 
Vuelca al barco infeliz, y encumbra al fuerte;
Si vieses, infeliz, còmo la tierra 
Cuando la luna llena la ilumina 
Desposada parece que en los aires 
Buscando va, con planta perezosa, 
La casa florecida de su amado.
—Ha de ser, ha de ser como quien toca 
La cabeza de un niño!—
—Calla, ciego:
Es como asir en una flor la vida».

De súbito vio el ciego; esta que esplende, 
Dijéronle, es la luna; mira, mira
Qué mar de luz: abismos, ruinas, cuevas, 
Todo por ella casto y blando luce 
Como de noche el pecho de las tòrtolas!
—Nada más? —dijo el ciego, y retornando 
A su amada celosa los ya abiertos 
Ojos, besòle la temblante mano 
Humildemente, y díjole:
—No es nueva, 
Para el que sabe amar, la luz de luna.


FLOR DE HIELO
Al saber que era muerto Manuel Ocaranza

Mírala: Es negra! Es torva! Su tremenda 
Hambre la azuza. Son sus dientes hoces;
Antro su frente; secadores vientos 
Sus hálitos; su paso, ola que traga 
Huertos y selvas; sus manjares, hombres. 
Viene! escondeos, oh caros amigos, 
Hijo del corazòn, padres muy caros! 
Do asoma, quema; es sorda, es ciega: —El hambre 
Ciega el alma y los ojos. Es terrible 
El hambre de la Muerte!
No es ahora 
La generosa, la clemente amiga 
Que el muro rompe al alma prisionera 
Y le abre el claro cielo fortunado;
No es la dulce, la plácida, la pía 
Redentora de tristes, que del cuerpo, 
Como de huerto abandonado, toma 
El alma adolorida, y en más alto 
Jardín la deja, donde blanda luna 
Perpetuamente brilla, y crecen sòlo 
En vástagos en flor blancos rosales:
No la esposa evocada; no la eterna 
Madre invisible, que los anchos brazos, 
Sentada en todo el ámbito solemne, 
Abre a sus hijos, que la vida agosta;
Y a reposar y a reparar sus bríos 
Para el fragor y la batalla nueva 
Sus cabezas igníferas reclina 
En su puro y jovial seno de aurora.

No: aun a la diestra del Señor sublime 
Que envuelto en nubes, con sonora planta 
Sobre cielos y cúspides pasea;
Aun en los bordes de la copa dívea 
En colosal montaña trabajada 
Por tallador cuyas tundentes manos 
Hechas al rayo y trueno fragorosos 
Como barro sutil la roca herían;
Aun a los lindes del gigante vaso 
Donde se bebe al fin la paz eterna, 
El mal, como un insecto, sus oscuros 
Anillos mueve y sus antenas clava 
Artero en los sedientos bebedores!

Sierva es la Muerte: sierva del callado 
Señor de toda vida: salvadora 
Oculta de los hombres! Mas el ígneo 
Dueño a sus siervos implacable ordena 
Que hasta rendir el postrimer aliento 
A la sombra feliz del mirto de oro, 
El bien y el mal el seno les combatan;
Y sòlo las eternas rosas ciñe
Al que a sus mismos ojos el mal torvo
En batalla final convulso postra.
Y pío entonces en la seca frente
Da aquél, en cuyo seno poderoso
No hay muerte ni dolor, un largo beso.
Y en la Muerte gentil, la Muerte misma,
Lidian el bien y el mal...! Oh dueño rudo,
A rebeliòn y a admiraciòn me mueve
Este misterio del dolor, que pena
La culpa de vivir, que es culpa tuya
Con el dolor tenaz, martirio nuestro!
¿Es tu seno quizá tal hermosura
Y el placer de domar la interna fiera

Gozo tan vivo, que el martirio mismo 
Es precio pobre a la final delicia? 
¡Hora tremenda y criminal —oh Muerte—
Aquella en que en tu seno generoso 
El hambre ardiò, y en el ilustre amigo 
Seca posaste la tajante mano! 
No es, no, de tales víctimas tu empresa 
Poblar la sombra! De cansados ruines, 
De ancianos laxos, de guerreros flojos 
Es tu oficio poblarla, y en tu seno 
Rehacer al viejo la gastada vida 
Y al soldado sin fuerzas la armadura. 
Mas el taller de los creadores sea, 
Oh Muerte! de tus hambres reservado! 
Hurto ha sido; tal hurto, que en la sola 
Casa, su pueblo entero los cabellos 
Mesa, y su triste amigo solitario 
Con gestos grandes de dolor sacude, 
Por él clamando, la callada sombra! 
Dime, torpe hurtadora, di el oscuro 
Monte donde tu recia culpa amparas;
Y donde con la selva seca en torno
Cual cabellera de tu cráneo hueco,
En lo profundo de la tierra escondes
Tu generosa víctima! Di al punto
El antro, y a sus puertas con el pomo
Llamaré de mi espada vengadora!
Mas, ay! que a do me vuelvo? Qué soldado
A seguirme vendrá? Capua es la tierra,
Y de orto a ocaso, y a los cuatro vientos,
No hay más, no hay más que infames desertores,
De pie sobre sus armas enmohecidas 
En rellenar sus arcas afanados.

No de mármol son ya, ni son de pro, 
Ni de piedra tenaz o hierro duro 
Los divinos magníficos humanos. 
De algo más torpe son: jaulas de carne 
Son hoy los hombres, de los vientos crueles 
Por mantos de oro y púrpura amparados,— 
Y de la jaula en lo interior, un negro 
Insecto de ojos ávidos y boca 
Ancha y febril, retoza, come, ríe!
Muerte! el crimen fue bueno: guarda, guarda 
En la tierra inmortal tu presa noble! 
[1882]



CON LETRAS DE ASTROS

Con letras de astros el horror que he visto 
En el espacio azul grabar querría. 
En la llanura, muchedumbre: —en lo alto 
Mientras que los de abajo andan y ruedan 
Y sube olor de frutas estrujadas, 
Olor de danza, olor de lecho, en lo alto 
De pie entre negras nubes, y en sus hombros 
Cual principio de alas se descuelgan, 
Como un monarca sobre un trono, surge 
Un joven bello, pálido y sombrío 
Como estrella apagada, en el izquierdo 
Lado del pecho vésele abertura 
Honda y boqueante, bien como la tierra 
Cuando de cuajo un árbol se le arranca. 
Abalánzase, apriétanse, recògense, 
Ante él, en negra tropa, toda suerte

De fieras, anca al viento, y bocas juntas 
En una inmensa boca, —y en bordado 
Plato de oro bruñido y perlas finas 
Su corazòn el bardo les ofrece.

 

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